Por Consuelo de la Peña
Publicado en El Diario Montañes
9 de julio de 2014
En
2013, en plena polémica sobre los riesgos del fracking, esa técnica que perfora
kilómetros para extraer gas no convencional atrapado en el subsuelo, el
Instituto Geológico y Minero de España elaboró un informe para el Ministerio de
Medio Ambiente sobre las medidas de prevención y corrección que tendrían que
adoptar las empresas que quisieran extraer gas en España mediante la fractura
hidráulica. Su contenido alertaba de los peligros para el medio ambiente:
contaminación de acuíferos, polución del aire, utilización de productos
cancerígenos y riesgo de terremotos.
El
documento resultó tan demoledor para el Gobierno de Mariano Rajoy que el
ministerio lo mantiene oculto y secreto. Tal silencio se extendió también al
Ejecutivo de Ignacio Diego, firme opositor al 'fracking' en Cantabria, que no
en España, que lo ha reclamado después de que el Partido Castellano revelara el
pasado 9 de junio su existencia. Este periódico ha tenido acceso al documento
realizado por el Instituto, que orgánicamente pertenece al Ministerio de
Economía y Competitividad. A lo largo de 94 páginas, la guía detalla los
peligros de contaminación de aguas subterráneas y asocia los terremotos a la
fractura hidráulica. Estas son algunas de las claves del estudio.
1.-
Liberación de sustancias radioactivas
Las
rocas que se rompen para extraer el gas contienen elementos químicos que, al
romperse mediante el agua a presión, podrían pasar al agua que se queda en el
sondeo o que retorna a la superficie para su reutilización (una cuarta parte).
«Entre los elementos inorgánicos se encuentra el uranio, elemento radiactivo
que tiende a desintegrarse emitiendo radiactividad y dando lugar a otro
elemento radiactivo, en este caso el plomo».
También
se encuentra el radón, «un gas inodoro, incoloro e insípido, muy soluble en
agua, por lo que puede ascender disuelto en el agua de retorno, pudiendo pasar
al aire por descompresión». Según indica el informe, el radón se adhiere a
«aerosoles, polvo y otras partículas suspendidas en el aire. Por esta razón,
cuando respiramos, el radón puede dañar el ADN y causar cáncer pulmonar».
Los
redactores del informe especifican que en al menos 12 de un total de 22 sondeos
muestreados en el yacimiento de Marcellus Shale se ha medido concentraciones de
radio en el agua potable muy superiores a lo normal.
Además,
subraya que en los yacimientos de gas y roca viven bacterias que no precisan de
aire para proliferar y cuyo metabolismo produce ácido sulfhídrico. Este ácido
tóxico también es capaz de disolverse en el agua y alcanzar de esa manera la
atmósfera. La explotación por fracking impone la utilización de biocidas en el
agua para matarlas.
2.-
Aditivos peligrosos
El
Instituto Geológico y Minero reseña que entre los componentes químicos
introducidos en la fractura hidráulica hay una gran cantidad que son
peligrosos. El informe señala que según la Agencia Alemana de Medio Ambiente y
Seguridad Nuclear la «cantidad media de aditivos que se inyecta en cada
fracturación es de 7,3 toneladas». Y de los 88 productos inyectados en los
sondeos, 6 son productos clasificados como tóxicos, otros 6 perjudiciales para
el medio ambiente, 25 como peligrosos, 14 como irritantes, 12 como corrosivos y
27 no peligrosos.
En
Estados Unidos, entre 2005 y 2007, «las operadoras americanas de fracturación
hidráulica utilizaron 750 sustancias químicas diferentes», de las cuales «12
eran carcinógenos y 24 eran contaminantes atmosféricos peligrosos».
3.-Contaminación
de acuíferos
Algunas
de las principales afecciones que pueden provocar los procesos de fracturación
hidráulica están relacionadas con las aguas subterráneas localizadas en el
entorno de las perforaciones. No hay que olvidar que todo el proceso del
fracking gira en torno al agua que se inyecta a altísima presión para romper
las rocas y lograr que liberen el gas que alberga. El organismo público subraya
que «existen evidencias científicas de que la contaminación de acuíferos,
especialmente por metano e incremento de sólidos totales disueltos, se podían
transmitir a través de las fracturas producidas, a través de fisuras en el
cemento del sondeo e incluso a través del casing (tuberías) de antiguos pozos
deteriorados».
Además,
el informe alerta de que, según sean las dimensiones de las fracturas, los elementos
contaminantes, especialmente el gas metano, puede migrar hacia otros acuíferos
mucho más alejados. «Esta afección física puede modificar los flujos naturales
de un acuífero que se encuentre a kilómetros de distancia del pozo de
fracturación». Por eso el estudio aconseja que «las mejores zonas para explotar
gas no convencional son aquellas en las que no existen materiales permeables en
su entorno tanto los considerados acuíferos como los que no».
4.- Gran
consumo de agua
Otro
de los problemas que detecta el documento es el gran consumo de agua que
requiere esta técnica para sacar el gas. Aunque el consumo es variable, «se
puede llegar a necesitar entre 30.000 o 45.000 metros cúbicos por perforación y
pozo. Un campo medio de fracking en explotación se extiende por 25.000
kilómetros cuadrados, a razón de un pozo cada 2,5 km2, lo que necesitaría
volúmenes de agua comprendidos entre «80.000 y 350.000 metros cúbicos».
5.-
Terremotos
La
generación seísmos es uno de los aspectos más preocupantes del fracking. El
Instituto señala que «actualmente existen indicios, y cada vez más
especialistas están de acuerdo, de que las operaciones de gas no convencional
pueden generar sismicidad». Y pone numerosos ejemplos en los que «se observa
una clara correlación entre inyecciones y terremotos». El Instituto, que en
España relacionó los terremotos frente a la costa de Vinarós (Castellón) con la
inyección de gas en el almacén marino Castor, recuerda el caso de la operación
de fracking en la que se inyectaron 9.000 m3 de fluido en un pozo de Oklahoma
durante más de seis días, lo que «pudo ser la causa de los 43 sismos producidos
posteriormente entre el 17 y 18 de enero de 2011».
6.-
Contaminación atmosférica
El
informe advierte de que «en las instalaciones de un sondeo se encuentran gases
de la combustión de motores, metano y otras partículas» que producen
contaminación atmosférica.
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