Un
cartel del barrio berlinés de Kreuzberg reclama el pasado 12 de junio que se
mantenga abierta la tienda de Ahmet Caliskan. / DAVID GANNON
(AFP)
Publicado en El País
Por Luis Doncell
20 de junio de 2015
Mientras
el Gobierno alemán trata de frenar la subida de los alquileres, un barrio de la
capital se moviliza para evitar que la especulación expulse a un vecino
Tras
28 años rodeado de frutas y verduras, Ahmet Caliskan está a punto de tener que
abandonar la tienda que ha sido su vida. Kreuzberg, el barrio popular berlinés
en el que se instaló en los años setenta, es ahora uno de los preferidos por
los profesionales con buenos sueldos que llegan a la capital alemana. Y la
empresa que acaba de comprar el edificio le da de plazo hasta septiembre para
que deje el local. Pero los centenares de personas que se manifiestan desde
hace tres semanas con carteles como “Bizim Bakkal [el nombre de la tienda] se
queda” se han propuesto impedirlo.
Caliskan
ha logrado implicar a todo un barrio que siente que si la tienda desaparece, la
próxima vez será el turno de la librería de al lado. O del estudiante que aún
paga un alquiler razonable por su piso compartido. Este es un caso único, pero
refleja el malestar por una escalada de precios que ha empujado al Gobierno
central a aprobar una ley que haga frente al problema. El llamado “freno al
precio del alquiler” entró en vigor en Berlín este mes. Y el 1 próximo de julio
lo hará en Hamburgo y en Renania del Norte Westfalia, el Estado que, con más de
17 millones de habitantes, es el más poblado del país.
Pese
a no estar directamente relacionadas, la iniciativa del Gobierno y la
movilización popular de Kreuzberg responden a la misma inquietud. Una
preocupación que el pasado miércoles resumía a la perfección Susanne Becker,
una clienta habitual de Caliskan. “Si él se va, acabaremos yéndonos de aquí
toda la gente normal. Y solo quedarán los yuppies”,
decía.
“Podría
hacer un esfuerzo y subir algo los 1.083 euros del alquiler actual. Pero los
nuevos propietarios solo quieren que me vaya. Confío en que al final me
ofrezcan un nuevo contrato”, confiesa el pequeño empresario. El inversor compró
el inmueble debido a su “importante potencial de revalorización”, según explica
la empresa en su página web. “Tiene que quedarse. Le necesitamos”, dice al
tendero de origen turco una vecina que irrumpe en la tienda solo para mostrarle
su apoyo. Fuera, en la calle, los voluntarios reparten folletos y recogen
firmas (llevan más de 3.000). Y los centenares de personas que abarrotan la
calle comen, beben y bailan al son de la música que interpreta la banda que
ameniza la protesta.
El
freno al precio al alquiler decretado por el Gobierno llega a una ciudad en la
que el metro cuadrado ha pasado de los 5,5 euros de hace una década a los casi
diez actuales. Y en el que, según un estudio de la empresa Jones Lang LaSalle,
los precios del alquiler aumentaron el año pasado un 9%. Berlín está aún a años
luz de los precios de París o Londres, pero ya no es esa ciudad en la que las
gangas inmobiliarias eran la norma. El Gobierno de Angela Merkel, por
iniciativa de los socios de coalición socialdemócratas, trata de evitar abusos
con una norma que impide que los nuevos contratos de alquiler superen el 10%
del precio de una vivienda similar en la misma zona.
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