Publicado en El País
Por Jorge M. Reverte
6 de julio de 2015
Díaz
Ferrán se confiesa culpable para cambiar 15 años de cárcel por cinco y medio,
ofreciendo su cabeza y el paradero de 20 millones
Para
decirlo en corto, lo de la memoria histórica resulta algo pesado. Hasta Rafael
Hernando, un hombre tan mesurado, aparece algunas veces con aire de cansado
como si él mismo tuviera que haber vaciado las fosas que se rellenaban después
con cuerpos de rencorosos republicanos.
Pero
hay veces que da una cierta satisfacción acordarse del pasado de alguno de
nuestros próceres. Por ejemplo, Gerardo Díaz Ferrán, expresidente, vaciador,
apandador, socio de una organización criminal (lo dice una sentencia judicial),
que el jueves pasado dijo que se confesaba culpable, para cambiar quince años
de cárcel por cinco y medio, ofreciendo su cabeza y el paradero de veinte
millones de euros desaparecidos de la empresa Marsans.
Díaz
Ferrán empezó sus fechorías hace muchos años. Era uno de los dueños de la
empresa Trapsa. Todavía le recuerdan con especial cariño gente que trabajó para
él, como Joaquín Navarro, “el andaluz de las pecas”. Un día Navarro estaba
lavando el coche al acabar su servicio y pasaba por allí Vicente García Ribes,
armado como siempre con una pistola, que solían llevar los presidentes de los
sindicatos verticales, acompañado por Díaz Ferrán. Tras un diálogo
intrascendente, Ribes preguntó a nuestro héroe por el otro, y cuando él le
contó que era un revolucionario, le ordenó: “Despídele ahora mismo”. Y eso hizo
Díaz Ferrán. “El andaluz de las pecas” era el hombre al que buscaban los
asesinos de Atocha cuando mataron a los abogados. No hay nada que relacione a
Díaz Ferrán con aquellos asesinatos. Pero sí con la huelga que los precedió, y
con los García Ribes y García Carrés, unos pistoleros fascistas que actuaban
como tales.
El jueves,
Díaz Ferrán compuso un gesto muy raro para admitir su culpabilidad. Mientras
decía que sí con la voz, decía que regular con la cabeza.
Cuando
todavía no le habían pillado por los cientos de millones de su última fechoría
se permitió el lujo de decir a los trabajadores: “Hay que cobrar menos y
trabajar más”.
La
patronal no ha hecho todavía un verdadero ejercicio de limpieza histórica. Díaz
Ferrán les ha dado un buen argumento para seguir. Bienvenido su gesto
democrático.
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