Publicado en The New York Times
Editorial
27 de abril de 2016
En los cuatro meses
transcurridos desde la celebración de las elecciones generales en España, un
Parlamento fracturado y fragmentado no ha podido ponerse de acuerdo sobre la
creación de un gobierno. Tras el fracaso del esfuerzo de 11 horas de esta
semana, mediado por el rey Felipe VI, España se ha visto obligada a llamar a
nuevas elecciones para finales de junio. Las encuestas muestran que la
composición del próximo Parlamento podría ser incluso más controvertido, lo que
llevaría a un mayor número de meses de limbo político.
Después de
décadas en las que dos partidos se turnaron en el timón, los votantes en el mes
de Diciembre respaldaron partidos advenedizos que prometían un nuevo comienzo,
el alivio de la austeridad y el fin de los escándalos y el amiguismo de la
vieja guardia. Eso debería haber
iniciado un esfuerzo de los líderes políticos para elevarse por encima de las
ambiciones y rivalidades personales, pero la realidad ha estado más cerca de lo
que los españoles se refieren desdeñosamente como circo, o un circo.
Las dos partidos
principales, el Partido Popular del presidente en funciones Mariano Rajoy y los
socialistas, se negaron a formar una gran coalición, mientras que los partidos
emergentes, el centrista Ciudadanos y Podemos de extrema izquierda, cayeron en las disputas y la
animosidad mutua.
España no está
sola con su confusión política. Estos son tiempos difíciles en toda Europa, con
la crisis del euro, la crisis de los refugiados y el creciente desencanto con
la Unión Europea. Irlanda ha fracasado en varios intentos de formar un gobierno
y Portugal necesitó de 53 días después de las elecciones de octubre para dar
forma a una coalición; en Hungría y Polonia, los votantes han traído gobiernos
xenófobos; los británicos votarán sobre si se debe salir de la UE.
Sin embargo,
España no puede soportar durante mucho tiempo un vacío. La Comisión Europea
está presionando a Madrid para reducir aún más su déficit presupuestario, y el
próximo gobierno va a determinar la respuesta. La austeridad es una de las
razones por las que el señor Rajoy perdió su mayoría, y los partidos de
izquierda han hecho campaña sobre una plataforma anti-austeridad.
La democracia se
puede convertir en desordenada en momentos como estos. Pero en la medida que España
se enfrenta a unas nuevas elecciones generales, es importante tener en cuenta
que la democracia no es la causa de los problemas, como los líderes
autoritarios podrían argumentar, sino el reflejo de una nación tratando de
solucionarlos. Un mensaje claro a partir de las elecciones españolas de
diciembre fue el anhelo de un mejor y más honesto liderazgo. Los políticos
pendencieros en España deben recordar esto.
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