Polonia iba a ser uno de los
destinos deseados de los perforadores estadounidenses. La EIA de Estados Unidos
asumía las máximas reservas del continente en este país junto con las
calculadas en Francia.
Polonia miraba con expectación la
posibilidad de romper la dependencia del gas de Moscú y el gobierno se abrió
sin reparos a la nueva extracción que traían las numerosas empresas que fueron
llegando. Exxon, Chevron, Talisman, Maraton…, todas las importantes estaban
llegando
Después, todo fue cuesta abajo.
Año tras año, la EIA,
rectificaba y calculaba reservas más modestas, a la vez que aumentaba la
contestación social por causas ambientales.
Sin embargo, el gobierno no
desfalleció en su búsqueda de “el dorado del gas”, hasta el punto de que llegó
a ser amonestado por la UE por permitir perforaciones profundas sin exigencia
de ningún estudio ambiental. Todo por acelerar las exploraciones en búsqueda de
la ansiada explotación.
Poco a poco las grandes
compañías dejaron de mostrar entusiasmo y empezaron a hacer las maletas. En
unos casos cedían sus derechos de perforación a otras compañías más pequeñas o directamente
renunciaban a las licencias.
Los ambientalistas reclamaron
su éxito mientras que algunos funcionarios europeos los acusaban de estar a las
órdenes de Moscú que así buscaba evitar la “libertad energética” europea.
Sin embargo, los perforadores
habían encontrado una línea roja que
no dependía de las supuestas estrategias del Kremlin.
La profundidad, la
permeabilidad, la porosidad y el espesor del contenido orgánico de los
yacimientos de esquisto en Polonia estaban casi en el límite de los niveles que
se considerarían aceptables en los depósitos de EE.UU. para ser perforados.
Cuando hace tres décadas el
ingeniero George Mitchell comenzó a interesarse por desarrollar un método de
perforación horizontal, mientras que el resto lo hacía verticalmente, experimentó
el proceso en Barnett Shale. Es decir,
desarrolló un “traje a medida” del campo de esquisto de Estados Unidos para un mayor
aprovechamiento de los combustibles fósiles.
Y aquí pasa como en la vida de
cualquiera. Arreglar un traje para adaptarlo a nuestra talla cuesta mucho
dinero, máxime si no sabemos ni en cuantas ocasiones necesitaremos de vestirlo.
Tiempo perdido. Polonia vuelve
a pisar el carbón, al que nunca abandonó.
El sector es importante,
100,000 mineros, y tensiones sociales en los intentos del gobierno de
reducirlo. Llamadas de la UE de contener las emisiones con amenazas de
sanciones. Un sector renovable incipiente, aportan el 7% de la producción de
energía y la necesidad de fuertes inversiones en el corto plazo alejarían al país
de una energía más verde en un plazo razonable.
El último intento, una regasificadora del gas en el Báltico que
permita la llegada de gas licuado en barcos y ampliar la oferta única del gas
ruso.
Esta instalación le permitiría
aportar un 30 % de las necesidades de consumo del país.
Mientras
tanto, el nuevo gobierno polaco, conservador y nacionalista, ya sueña
con llevar el gas más allá de las fronteras del país y no duda en amenazar al
oso ruso con rescindir los contratos con Gazprom en el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario