lunes, 2 de noviembre de 2015

Polonia, fracasada en el fracking y amonestada por el carbón, se confía al gas foráneo







Polonia iba a ser uno de los destinos deseados de los perforadores estadounidenses. La EIA de Estados Unidos asumía las máximas reservas del continente en este país junto con las calculadas en Francia. 

Polonia miraba con expectación la posibilidad de romper la dependencia del gas de Moscú y el gobierno se abrió sin reparos a la nueva extracción que traían las numerosas empresas que fueron llegando. Exxon, Chevron, Talisman, Maraton…, todas las importantes estaban llegando

Después,  todo fue cuesta abajo.

Año tras año, la EIA, rectificaba y calculaba reservas más modestas, a la vez que aumentaba la contestación social por causas ambientales.

Sin embargo, el gobierno no desfalleció en su búsqueda de “el dorado del gas”, hasta el punto de que llegó a ser amonestado por la UE por permitir perforaciones profundas sin exigencia de ningún estudio ambiental. Todo por acelerar las exploraciones en búsqueda de la ansiada explotación.

Poco a poco las grandes compañías dejaron de mostrar entusiasmo y empezaron a hacer las maletas. En unos casos cedían sus derechos de perforación a otras compañías más pequeñas o directamente renunciaban a las licencias.

Los ambientalistas reclamaron su éxito mientras que algunos funcionarios europeos los acusaban de estar a las órdenes de Moscú que así buscaba evitar la “libertad energética” europea.

Sin embargo, los perforadores habían encontrado una línea roja que no dependía de las supuestas estrategias del Kremlin. 

La profundidad, la permeabilidad, la porosidad y el espesor del contenido orgánico de los yacimientos de esquisto en Polonia estaban casi en el límite de los niveles que se considerarían aceptables en los depósitos de EE.UU. para ser perforados.

Cuando hace tres décadas el ingeniero George Mitchell comenzó a interesarse por desarrollar un método de perforación horizontal, mientras que el resto lo hacía verticalmente, experimentó el proceso en Barnett Shale. Es decir, desarrolló un “traje a medida” del campo de esquisto de Estados Unidos para un mayor aprovechamiento de los combustibles fósiles.

Y aquí pasa como en la vida de cualquiera. Arreglar un traje para adaptarlo a nuestra talla cuesta mucho dinero, máxime si no sabemos ni en cuantas ocasiones necesitaremos de vestirlo. 

Tiempo perdido. Polonia vuelve a pisar el carbón, al que nunca abandonó.

El sector es importante, 100,000 mineros, y tensiones sociales en los intentos del gobierno de reducirlo. Llamadas de la UE de contener las emisiones con amenazas de sanciones. Un sector renovable incipiente, aportan el 7% de la producción de energía y la necesidad de fuertes inversiones en el corto plazo alejarían al país de una energía más verde en un plazo razonable.

El último intento,  una regasificadora del gas en el Báltico que permita la llegada de gas licuado en barcos y ampliar la oferta única del gas ruso.

Esta instalación le permitiría aportar un 30 % de las necesidades de consumo del país.

Mientras  tanto, el nuevo gobierno polaco, conservador y nacionalista, ya sueña con llevar el gas más allá de las fronteras del país y no duda en amenazar al oso ruso con rescindir los contratos con Gazprom en el futuro.






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