Dicen por ahí que Victor Mora
se ha ido.
Victor tuvo un padre exiliado y
relojero que acabó en Francia para evitar el norte de Africa, a Marruecos. Con
su padre muerto, Víctor y su madre regresaron a España y con el tiempo
trabajaría en la editorial Bruguera.
Victor nos trajo muchos nuevos
amigos, desde unos cuadernillos apaisados en una España en blanco y negro.
Miles de niños los conocimos y
es especial a uno de ellos, al Capitán Trueno. Después de mañanas de colegio
con enciclopedias de grados, por las tardes viajábamos , conocíamos mundo y luchábamos
contra tiranos en defensa de los buenos y oprimidos.
Con el Capitán Trueno navegamos
en drakkar por los mares del norte, luchamos con piratas berberiscos desde
bajeles en las aguas del Mediterráneo camino de Jerusalén.
En grandes naos cruzamos el
Atántico, entre tormentas que nos hicieron perder palos, naufragar y nadar
entre tiburones. Navegamos por el mar de China.
Conocimos los hielos del norte
y del sur, desiertos, selvas y altiplanos.
Vimos animales mitológicos,
paisajes de belleza inigualable y hechos asombrosos. Incluso volamos, con la ayuda
de un ingenio prodigioso del mago Morgano, un gran amigo del Capitán Trueno.
Galopamos a caballo, marchamos
andando, en carros e incluso descendimos caudalosos ríos en almadias.
Y luchamos. Luchamos contra
toda clase de tiranos. Luchamos contra el malvado Titlán al pie de las
pirámides del Yucatán, contra el malvado conde Kraffa para liberar a gentes
oprimidas o contra el despiadado Sarajak en las tierras de la India. Luchamos
en los desiertos y las selvas de Africa. En el Tíbet y en las tierras del
Japón.
Y todo esto lo vivimos con la
ayuda unos cuadernillos en unas pequeñas estanterías.
Con el tiempo, empezamos a viajar
menos y en nuestras propias aventuras aprendimos que era difícil encontrar
princesas necesitadas de liberarse de tiranos o de peligrosos dragones.
Aunque empezamos a viajar menos
con el Capitán Trueno, al pasar delante de la estantería, de vez en cuando le
veíamos, sonriente, acompañado del fortachón Goliath y el risueño Crispín. Nos saludaban
con la mano mientras emprendían el camino para deshacer algún entuerto.
Aprendimos que no siempre
ganaba el bueno y quién sabe si debido a algún maleficio o bebedizo misterioso,
muchos villanos conseguían imponer sus oscuros deseos a personas honradas y
nobles.
Pasaron los años y muchos
dejamos de ver al Capitán Trueno.
Hace unos días, alguien dijo que
Victor se había ido.
Parado delante de una
estantería que había cambiado de forma y de sitio, volví a ver al Capitán
Trueno y risueño y afectuoso como es él, me lo contó todo. Y así, os lo cuento
a vosotros.
Hace unos días, Victor estuvo a
verlos. El Capitán dijo que Víctor presentaba párpados tersos, grandes pupilas
y brillo en los ojos. Que vestía una cota de mallas, espada y escudo y sujetaba
un yelmo en las manos. Que dijo que estaba harto y que ya no aguataba más. Que
con tanto villano y mentecato el mundo parecía estar al revés.
Dijo que no comprendía como
bellacos y tiranos, incluso malandrines, habían ocupado el puesto de personas buenas de
corazón generoso.
Que eso no podía ser y le había
dicho a Trueno que a partir de ahora ya no serían tres sino cuatro.
El Capitán me dijo que Crispín
y Goliath ya estaban preparando un bajel y en pocos días, Víctor y él se
reunirían con ellos para iniciar la partida.
Le deseé suerte, la tarea sería
grandiosa y los peligros numerosos para luchar contra tanto felón pero sin duda
también incluiría maravillosas aventuras.
Trueno se despidió y su figura se
emborronó según se iba alejando.
Lo deseé de corazón.
Galopa, Víctor, galopa. Galopa
con el Capitán Trueno. Haz que siempre gane el bueno.
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