El
senador Bernie Sanders
Publicado en El País
Por Marc Bassets
27 de enero de
2016
Aunque Clinton logre la nominación demócrata, el
senador por Vermont desplaza el debate a la izquierda y recupera el mensaje de
cambio y esperanza de Obama
Bernie Sanders ya ha
ganado. El viejo socialista de Vermont demuestra día a día que una candidatura
de izquierdas puede llenar pabellones, movilizar a miles de voluntarios y poner
en aprietos a la maquinaria política más formidable de las últimas décadas: el
matrimonio Clinton. Aunque, como pronostican los sondeos -y el sentido común-
al final la nominada demócrata sea la ex primera dama y ex secretaria de Estado Hillary Clinton, el senador Sanders
ya ha ganado. Porque ha conseguido desplazar el debate hacia la izquierda y
porque, contrario a la prosaica Clinton, insufla en la campaña un ingrediente
genuinamente estadounidense: la esperanza en transformar el mundo, el sueño de
la revolución.
En Iowa, el Estado donde
el lunes Estados Unidos empezará a elegir a sus candidatos para las elecciones
presidenciales de noviembre, la democracia parece a veces un instinto
primigenio, casi animal. Nada, ni las peores condiciones meteorológicas, frena
a los votantes a la hora de desplazarse para ver a los candidatos. Y nada frena
a los candidatos para encontrarse con los votantes. El lunes por la tarde una
nevada cubrió el centro de Iowa. Las autopistas y calles, cubiertas de un manto
blanco, estaban desiertas: pocos se aventuraban por el asfalto resbaladizo.
En un gimnasio de la
Universidad de Grinnell, un pueblo a 100 kilómetros de la capital, Des Moines,
un hombre de 74 años —serio, con tono de sabio gruñón— discurría sobre las
desigualdades, la corrupción, el sistema carcelario ante un millar de
estudiantes que habían desafiado los elementos. “Me gusta su autenticidad”,
dice un estudiante de políticas. “El tipo es increíble”, tercia otro. El tipo
es Bernard Sanders. El político que se define como socialista y se enorgullece
de ser el senador más progresista. El que usa palabras olvidadas en el discurso
público como revolución u oligarquía. El que se atreve a romper tabúes y
promete subir impuestos, defender un Estado fuerte o proponer un sistema de
cobertura sanitaria público.
En Grinnell, repite el
estribillo de campaña: cómo puede EE UU ser el país más rico del mundo y uno de
los más desiguales, el que encarcela a más personas que China, el que deja a
millones de personas sin cobertura médica, el que concede a unos pocos
millonarios una influencia extraordinaria en el proceso electoral. “No os pido
que me votéis”, dice Sanders a los estudiantes, “sino que ayudéis a transformar
el país”. La frase tiene un eco del Barack Obama de 2008, el joven senador por
Illinois que derrotó a la maquinaria de Clinton en los caucus o asambleas vecinales de
Iowa, primer peldaño de su carrera a la Casa Blanca.
Como Obama, Sanders hace
soñar; como Obama, confía en la movilización de los jóvenes. La cuestión es si
Sanders se parecerá más a Obama, que efectivamente logró que los jóvenes
participaran en los caucus, o a
Howard Dean, aquel candidato, también del diminuto estado de Vermont, que en
2004 entusiasmó a los jóvenes y parecía que iba a revolucionar la política pero
pinchó en Iowa, y acabó derrotado por el senador John Kerry, que es tanto —o
más— del establishment que
los Clinton.
El éxito de Sanders es
haber captado, como Donald Trump en el campo de la derecha, el descontento de
la ciudadanía con el status quo. Trump
lo usa con una retórica que mezcla lo bufonesco con la xenofobia; Sanders, con
un discurso progresista clásico. En Europa, muchas de sus propuestas son
asumidas por la izquierda y la derecha. Socialismo se asocia en EE UU al
comunismo, pero en realidad Sanders es un socialdemócrata: no quiere la nacionalización
de los medios de producción pero formula una crítica más severa que Obama o
Clinton al capitalismo heredado de la revolución de Ronald Reagan en los
ochenta.
“Bernie Sanders ha
ampliado la conversación política”, dice E. J. Dionne, columnista de The Washington Post que se define
como socialdemócrata católico. “Presenta una posición de izquierda democrática
auténtica que hacía tiempo que no se escuchaba con tanta contundencia”. Obama,
pese a la retórica transformadora de 2008, siempre ha sido un pragmático. Como
Hillary Clinton, que en Iowa se presenta como heredera de Obama por contraste
con Sanders, el revolucionario. Al mitin de Grinnell no sólo asisten jóvenes.
Dave Butcher tiene 72 años y es un veterano activista agrícola de Minnesota. Se
ha desplazado a Iowa para trabajar para la elección de Sanders. “Hillary y Bill
son básicamente republicanos light”,
dice. “Necesitamos un gran cambio. Y Bernie puede traerlo”.
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