Publicado en El País
Por Pablo Guimón
12 de septiembre de 2015
El laborismo británico elige a Corbyn y emprende su
giro a la izquierda
El
candidato favorito, partidario de alejar al partido del centro, se impone en la
contienda con un 59,5% de los votos
Jeremy
Corbyn es ya el nuevo líder del Partido Laborista. Con el anuncio esta
mañana del resultado de la contienda abierta tras la dimisión
del derrotado Ed Miliband, culmina uno de los más asombrosos procesos
electorales que ha visto Reino Unido en su historia reciente. En cien días, el
veterano diputado de 66 años ha pasado de ser un
candidato arrojado al cuadrilátero con la única expectativa de enriquecer
el debate ideológico, a proclamarse ganador indiscutible en la primera vuelta.
En junio las casas de apuestas pagaban su victoria 200 a 1. Hoy es el vencedor
con 251.417 votos, un contundente 59,5% de las papeletas emitidas.
La victoria de Corbyn,
cosechada en cada uno de los segmentos del elctorado, es de una enorme
envergadura, teniendo en cuenta que eran cuatro los candidatos a liderar el
partido. Andy Burnham, ha quedado en segundo lugar con el 19% de los votos.
Yvette Cooper ha sido tercera, con el 17%. Y Liz Kendall, la candidata favorita
de los blairistas, ha ocupado el último lugar con un 4.5%.
"Las cosas pueden cambiar,
y cambiarán", ha dicho Corbyn desde el púlpito del Congreso celebrado en
Londres para anunciar los resultados. El ya ganador se ha comprometido a
combatir “los grotescos niveles de desigualdad del país” y ha tenido palabras
de elogio para sus tres contrincantes. También para Ed Miliband, de quien ha
destacado su fortaleza ante los ataques personales que recibió por parte de la
prensa, acaso preparándose para la previsible campaña de que puede .-y ha sido
ya- ser objeto él mismo.
“El partido ha cambiado mucho
estos tres meses”, ha dicho Corbyn. “Ha crecido enormemente con gente que
reclama un Reino Unido más justo. Doy a los nuevos miembros la bienvenida a
nuestro partido, a nuestro movimiento. Y a los que regresan al partido, les doy
la bienvenida de vuelta a casa. No supimos comprender las visiones de mucha
gente joven a la que tachamos de generación apolítica. No lo era, era un
generación muy política pero defraudada por cómo se viene haciendo la
política”.
Cien días de verano han bastado
para consumar en Reino Unido un proceso al que asiste, en mayor o menor medida,
toda la izquierda europea desde la crisis financiera de finales de la década
pasada. Con la peculiaridad de que aquí no es una formación nueva la que acecha
por la izquierda al partido tradicional. Es el propio Partido Laborista, uno de
los dos que han venido alternándose en el Gobierno de la cuarta economía del
mundo durante la mayor parte de su historia, el que adopta
el nuevo –o viejo- discurso. Para bien o para mal, el laborismo emprende
hoy su huida del centro político.
El nuevo líder llega arrastrado
por una energía que el laborismo no había vivido al menos desde que, de la mano
de Tony Blair en los noventa, el partido diera un bandazo en la dirección
contraria a la que se dirige ahora. "Somos hoy un partido más grande y más
fuerte de lo que hemos sido en muchos años", ha señalado el líder. Jeremy
Corbyn ha ilusionado a una generación desencantada y ajena a los mecanismos
tradicionales de la gestión pública. Con él, promete, llega una nueva forma de
hacer política.
“El establishment británico
ha sido sacudido hasta la médula, incluido el laborista”, opina Len McCluskey,
secretario general del sindicato Unite, cuyo apoyo a Corbyn muchos señalan como
decisivo en el desenlace de la contienda. “Por primera vez se ha puesto en la
agenda una alternativa real a la austeridad, a las políticas neoliberales. Es
un discurso que los jóvenes nunca han escuchado”.
A pesar el contundente
resultado, al nuevo líder no le espera una labor fácil. La suya es una figura
que, en tres meses, ha polarizado el partido hasta los extremos. Su triunfo se
lo han proporcionado, en gran medida, decenas de miles de nuevos militantes que
se han unido al partido en estos tres meses para votar por él. Entre ellos, el
voto a Corbyn ha sido superioor al 90%.
Su apoyo en la calle no se
replica, sin embargo, en el aparato del partido. Ni en una bancada laborista en
el Parlamento, en la que Corbyn se sienta desde 1983, pero donde apenas cuentas
con fieles aliados. Su reto ahora es retener a aquellos recién llegados y convencer
al aparato de que todas las ideas tienen cabida bajo el paraguas de su
prometido nuevo estilo de liderazgo. Desde la puerta de su casa en el norte de
Londres, el propio Ed Miliband pidió al nuevo líder que apele "a todas las
partes del partido".
“Corbyn ha dicho que cambiará
la forma de organización del partido”, recuerda por teléfono Steven Fielding,
profesor de historia política en la universidad de Nottingham experto en el
Partido Laborista. “No puede sentarse en el Parlamento tan tranquilamente cuando
el 90% de los diputados no le apoya. El partido se ha duplicado en tamaño en
estos meses. Habrá un conflicto abierto entre el partido parlamentario y el
partido real. Toda una batalla. Y tardará años en arreglarse”.
Corbyn promete un liderazgo
colegiado, inclusivo y abierto. Dirigirá el partido con Tom Watson como
segundo, un diputado con más experiencia en el poder que salió elegido también
ayer, aunque en segunda vuelta. En su equipo de oposición, asegura, habrá sitio
para todas las corrientes del partido. Pero muchos diputados laboristas ya han
anunciado que sus diferencias ideológicas con el nuevo líder les impiden formar
parte de su equipo directo.
En el grupo laborista en el
Parlamento, del que Corbyn deberá extraer su equipo de oposición, la
conversación en las últimas semanas no ha sido tanto sobre su reinado como
sobre su caída. Cuándo y cómo caerá por su propio peso, y cuál es la mejor
estrategia para estar bien situado cuando se produzca el inevitable desenlace.
Aunque en los últimos días se han repetido las llamadas a arrimar el hombro, y
la contundencia de la victoria del veterano diputado de Islington
Norte no puede sino desanimar a quienes confían en su pronta caída.
Enfrente, en la bancada
conservadora, el silencio que ha reinado durante la campaña debería preocupar a
los laboristas. En algún lugar debe de haber un tory frotándose las manos
mientras organiza toda la artillería que 32 años de disidencia de Corbyn ha
puesto a disposición del Gobierno.
En apenas cinco meses los tories
han pasado de resignarse a no gobernar en solitario a prepararse para al menos
diez años de mayoría absoluta, confiados en que los británicos nunca podrán
elegir a un primer ministro como Corbyn. Su liderazgo de la oposición podría
acercar al pragmático Cameron al centro, con la esperanza de afianzarse en el
poder contando con los votantes laboristas desilusionados por el giro a la
izquierda consumado hoy.
Tres pruebas de fuego esperan a
Jeremy Corbyn en el horizonte cercano. Una de ellas es la elección del alcalde
de Londres, el año próximo. El nombre del candidato laborista se conoció ayer.
Sadiq Kahn, el más izquierdista de quienes pugnaban por la candidatura, se
impuso a los más centristas Tessa Jowell y David Lammy. Algo que confirma que
la corbynmanía no es un fenómeno estrictamente personal y, que al mismo
tiempo, supondrá la primera vez que el nuevo partido se mida ante el conjunto
de los votantes y no solo laboristas. En el Congreso celebrado esta mañana para
anunciar los resultados, minutos antes de conocerse el nombre del nuevo líder
del partido, Kahn realizó desde el escenario un llamamiento a la unidad del
partido en torno al ganador.
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