Publicado en El País
Por Enrique Gil Calvo
5 de junio de 2016
Nos podrá parecer injusto, pero
lo cierto es que Pedro Sánchez se anuncia como el perdedor moral de esta
campaña, si carga con el voto de castigo que se le adjudica como principal
responsable del fracaso de la XI Legislatura, tras su veto al PP (“No es no”) y
su incapacidad para sortear las trampas que le tendía Iglesias. Un voto de
castigo que ahora parece más merecido que nunca, con el procesamiento por
prevaricación (tras eludir la fiscalización de la Intervención General del
Estado) de los dos últimos presidentes federales del PSOE. Y un voto de castigo
que por el contrario no afectará al multicorrupto PP, al que los electores
perciben como el más seguro valor-refugio ante la debacle a la griega que se
anuncia si venciera el posmoderno frente popular de Unidos-Podemos.
Es la más sólida baza de la
estrategia vencedora de Rajoy: o el caos o yo. También Iglesias, tras pactar
con Garzón, presenta un relato estratégico de indudable atractivo mediático: el
épico sorpasso destinado a dividir y
separar a la izquierda española en dos orillas irreconciliables. Tanto es así
que el PSOE amenaza con quedar laminado por el doble bocado de la tenaza que forman
Podemos-IU y la pequeña coalición PP-C’s, como mal menor ante el temor al lobo
feroz. Y mientras tanto ¿cuál es la estrategia o el relato de Pedro Sánchez?
¿“No es no”, de nuevo? ¿Ni Iglesias ni Rajoy?
¿Por qué sigue apostando el
PSOE por un aspirante tan fallido como Sánchez, si no parece capaz de
conducirle a ningún puerto mínimamente seguro? ¿Sólo porque no se debe cambiar
de caballo a mitad de carrera, o por la máxima ignaciana de no hacer mudanza en
tiempo de tribulación? Me temo que la explicación es otra muy distinta. La
fracturada cúpula del PSOE parece haberse puesto tácitamente de acuerdo para
que sea el pardillo Pedro quien se coma el marrón del sorpasso, si se me permite usar una
expresión tan chabacana como nauseabunda. Ante la evidente desmoralización de
sus electores, que no encuentran ningún incentivo para apoyarles en las urnas,
han designado un buco emisario, un chivo expiatorio como Sánchez, para
sacrificarlo en la pira pública confiando en que así se sacie la justa ira de
los dioses. Y mientras tanto los barones aguardan parapetados tras el burladero
a la espera de que, al igual que pasó con Bildu en el País Vasco, el éxito
electoral de Podemos apenas dure una legislatura. Y sólo después, cuando
Iglesias ya se haya quemado, será el momento de buscarle al PSOE un nuevo
liderazgo redentor.
Pero el problema de esta
estrategia oculta es que Sánchez ha de comerse no sólo un marrón, el del sorpasso, sino dos a la vez. Pues
al quedar tercero en el ranking, deberá optar entre secundar a Iglesias,
formando un gobierno a la griega de frente amplio de izquierdas, o plegarse de
facto a la gran coalición de Rajoy. Se admiten apuestas sobre qué opción
adoptará Sanchez, si la de pasar a la historia como un tonto útil (un compañero
de viaje), o como un esquirol responsable.
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