martes, 14 de junio de 2016

Acuamed llegó a verter ácido en el Ebro: "No nos van a enchironar"


Miguel Arias Cañete, ayer, durante su intervención en la inauguración de un curso en Santander. EFE






Publicado en El Mundo
Por Quico Alsedo
14 de junio de 2016 


La trama hizo pruebas con "unos bidones" de clorhídrico y planeó echar otros contaminantes


La trama de Acuamed no sólo planeó echarle ácido clorhídrico al Ebro para facilitarle ganancias a FCC, sino que llegó a probar echándole «unos bidones» a la parte del río que estaba embalsada para comprobar que, efectivamente, el pH del agua bajaba.

Además, la trama también barajó verter al río el agua que FCC había de descontaminar en ese lugar y que en realidad sólo había limpiado parcialmente. Agua, por cierto, que podría provocar un desastre medioambiental, aunque los miembros de la red se mostraban tranquilos. «No nos van a enchironar por eso», se dice en una de las grabaciones realizadas por la Guardia Civil a los investigados de la trama.

En definitiva, de las evidencias se desprende que Acuamed, en los casos investigados, no sólo beneficiaba con dinero público a las empresas contratistas a cambio de presuntos sobornos, sino que por el camino se dejaba su verdadera función: beneficiar a la sociedad española y al medio ambiente con obras hídricas.

Este diario publicó la semana pasada cómo la trama liderada por Arcadio Mateo, ex director general de Acuamed -que despachaba directamente con el entonces ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete-, planeó verter ácido clorhídrico en la parte del Ebro embalsada para descontaminarla en el embalse de Flix (Tarragona), con el objeto de bajarle el pH y poder terminar la obra, certificando el pago de 36 millones reclamados por FCC.

Ahora emerge que en realidad los investigados llegaron a hacer «pruebas» para realizar el vertido, como le comenta Pablo Martín, director de obra en la descontaminación de Flix, a la número dos de Mateo, Gabriela Mañueco, en uno de los pinchazos telefónicos del caso.

Martín, a quien los investigadores no atribuyen un incremento patrimonial especial durante su ejecutoria en Acuamed (lo que en principio quiere decir que no habría recibido sobornos), era el director de obra que Mateo colocaba cuando el responsable de Acuamed en cada proyecto se negaba a plegarse a sus manejos.

De hecho, en Flix sustituyó a Azahara Peralta, entrevistada en mayo por este diario, que fue despedida de Acuamed por negarse a firmar el pago sin justificación de 40 millones de euros a la contratista FCC.

«Hemos hecho pruebas y en vez de verter con diez y pico de pH ya han vertido con nueve coma dos de pH, echándole un poquito de ácido clorhídrico y tal y no sé qué, ahí entre nosotros, ¿no? Con unos bidones, ya lo hemos bajado», le dice Martín a Mañueco, asumiendo que en efecto se llegó a testar, y positivamente, cómo rebajar la alcalinidad del agua del río vertiendo lo que comúnmente viene conociéndose como salfumán.

El ácido clorhídrico tiene un pH tan bajo (1, aproximadamente, en una escala de 1 a 14), que muy poca cantidad es capaz de rebajar el pH notablemente... Y de matar todo lo que haya en su camino.

Pero no se trataba sólo de echar ácido. Las conversaciones grabadas por la Guardia Civil también detectaron intención de verter agua ya contaminada al cauce del Ebro: la zona tratada en la obra de Flix estaba delimitada dentro del embalse, con sus aguas ya contaminadas por la planta química Ercros

En una de las conversaciones, Pablo Martín sugiere que la licencia de Ercros para verter aguas residuales al río (que data de hace muchos años) podría servir de excusa para verter el agua que Acuamed y FCC debían descontaminar. «Es imposible hacer un delito ecológico si viertes unas cosas que el que vierte al lado mierda...», a lo que su interlocutora comenta: «Eso al juez le da igual. Te multan igual. No porque el de al lado eche más mierda...». Pero él insiste: «No... pero no habrá delito ecológico, habrá un fallo administrativo, una multa...».

La trama, según la Guardia Civil, consideraba esa licencia de Ercros «una tabla de salvación» para verter el agua contaminada, aunque sin saber «si alguien irá a la cárcel por hacerlo». Dicen los agentes que los investigados, «a pesar de los informes de contaminación» conocidos por ellos, valoraron echar el agua al cauce, incluso sabiendo que en aquellos momentos el pH estaba «a unos niveles que destruirían toda la flora y fauna por donde este agua pase». Y pese a todo, querían asumir riesgos: «Es como una central nuclear, que si explota es una catástrofe... pero que eso no pasa nunca».



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