Cerca
de 2 millones de californianos, que ya soportan la carga de otros tipos de
contaminación, viven a menos de una milla de una explotación de gas o petróleo.
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Publicado en La
Opinión.com
Por Javier Sierra
8 de diciembre de 2015
El
condado de Kern ha propuesto una ordenanza que permitiría lograr permisos de
explotación de fracking de 25 años
Si fuera uno de esos candidatos
presidenciales y alguien me preguntara a quién admiro más, diría, cualquiera de
los cientos de héroes que defienden a sus
comunidades contra el bombardeo diario de la contaminación.
Este asedio ocurre en cientos
de comunidades hispanas de todo el país, y uno de esos héroes es Juan Flores, un activista del Centro sobre Raza, Pobreza y el Medio Ambiente,
en el Condado de Kern,
California. La pelea que libra Flores es heroica.
Kern genera el cerca del 80% de la producción petrolera de California,
incluyendo el 95% de las explotaciones de la fracturación hidraulica (fracking), más que cualquier otro condado de
todo el país. Y el precio que pagan los residentes de Kern, abrumadoramente
hispanos, es estremecedor.
“Tenemos uno de los índices de
asma más altos del país, especialmente entre nuestros niños”, dice Flores. “Es
triste que un niño tenga un ataque de asma cada dos días. No tienen respiro.
Por eso estamos en la pelea”.
Según un estudio del National Resources Defense Council,
cerca de 2 millones de californianos, que ya soportan la carga de otros tipos
de contaminación, viven a menos de una milla
de una explotación de gas o petróleo. De ellos, un astronómico
92% son comunidades de color.
El reporte también develó que
solamente en Kern, de las personas que viven a menos de una milla de un pozo
petrolero o gasero, el 64%
es hispano.
“No nos estamos organizando
contra esta injusticia porque odiamos a la industria petrolera”, advierte
Flores. “Lo hacemos porque amamos a nuestra comunidad”.
Flores va a necesitar cada gota
de esa devoción por su gente porque la situación bien podría empeorar para los
sufridos residentes de Kern. A instancias de la industria petrolera, el condado ha propuesto una ordenanza que
permitiría lograr permisos de explotación de fracking de 25 años, sin prácticamente
ninguna oposición ni revisión.
Este virtual cheque en blanco
para esta industria agravaría no solo la ya pésima calidad del aire, sino que
también amenazaría las reservas de
agua de un condado que produce, junto con el resto del Valle
Central de California, el 35% de las verduras y frutas del país.
“Si el fracking contamina el
agua de regadío, todo el país se vería afectado por esta crisis”, dice Flores.
“Queremos mandar un mensaje claro a los funcionarios del condado: ya es hora de
proteger a la comunidad y no a la industria petrolera”.
Esta carrera descabellada a
extraer la última gota de petróleo del planeta coincide con el extraordinario boom de energía limpia y la
advertencia de la ciencia mundial de que para evitar las peores consecuencias
del cambio climático, debemos
dejar al menos 2/3 de los combustibles fósiles en el subsuelo.
Y también coincide con las
escandalosos revelaciones de que Exxon,
el mayor gigante petrolero del mundo, ya sabía en la década de los 70 sobre las
consecuencias potencialmente catastróficas para la atmósfera del planeta de la
quema de los combustibles fósiles.
“Si es verdad que sabían de
esto hace 40 años, entonces es verdad que no se preocupan por sus hijos ni sus
nietos”, lamenta Flores. “Todo lo que les importa es cuánto dinero pueden
meterse en el bolsillo”.
La heroica resistencia de
Flores persigue otro tipo de riqueza: la salud y bienestar de su comunidad.
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