Carles Rivas Romeva es doctor en Ingeniería y profesor de la UPC con
destino en el CDEI-UPC. Actualmente es presidente de CMES
Publicado en el diario.es
Por Carles Riva Romeva
8 de diciembre de 2015
La explotación a gran escala de los hidrocarburos de esquisto en EEUU se ha
convertido en una burbuja que sólo beneficia a las empresas perforadoras
Frente a la escasez cada
vez más evidente de petróleos convencionales, ciertos grupos interesados (y
algunos gobiernos ligados a ellos) nos venden
los hidrocarburos de esquisto (gas natural y, en menor medida, petróleos
ligeros), obtenidos por medio de pozos horizontales y de fracking, como la gran panacea para
el futuro. ¿De qué estamos hablando? ¿Cómo operan estas técnicas? ¿Qué impactos
ambientales conllevan? ¿Pueden realmente ser una solución de futuro? A
continuación argumentaré que este camino constituye una gran equivocación.
Petróleo
de última frontera
Los hidrocarburos
(petróleo y gas natural) se han generado durante millones de años a partir de
la superposición y progresivo hundimiento de capas con sedimentos de animales
marinos que, bajo presión y temperatura, transformaron la materia orgánica en
petróleo y, en las fases más avanzadas, en gas natural.
Si los sedimentos daban
lugar a rocas permeables, era posible la migración de los hidrocarburos
formados y, eventualmente, su acumulación con la ayuda de trampas geológicas:
son los yacimientos convencionales, fáciles de explotar y que proporcionan la
gran mayoría del petróleo y el gas natural que consumimos; en ciertos casos, el
movimiento de los hidrocarburos no halló ningún impedimento en su ascenso hasta
la superficie, donde se oxidó y degradó dando lugar a las arenas bituminosas,
como en Athabasca (Canadá), o a los crudos extrapesados, como en la Faja de
Orinoco (Venezuela), considerados como petróleos no convencionales de difícil
extracción y bajo rendimiento.
Otros muchos
hidrocarburos se formaron en rocas de baja o nula permeabilidad (margas y
arcillas) y quedaron confinados en una multiplicidad de pequeños alvéolos en el
seno de grandes extensiones de estratos profundos en muy pequeñas
concentraciones. El petróleo y el gas de esquisto (también llamados de pizarra;
shale oil y shale gas) se hallan en las rocas
menos permeables.
Una tecnología
conocida
Para extraer los
hidrocarburos de esquisto se requiere la combinación de las técnicas de
perforación de pozos horizontales, a fin de aumentar el contacto con las capas
de esquisto, y la posterior fracturación hidráulica (o fracking) para romper los alvéolos
y liberar los hidrocarburos. Estos hidrocarburos son conocidos desde hace
muchos años y las tecnologías para extraerlos se usan desde hace varias décadas.
No se trata, pues, de nuevos descubrimientos, sino de recurrir a petróleos de
última frontera, desechados hasta ahora por difíciles y antieconómicos.
La explotación a gran
escala de los hidrocarburos de esquisto arranca en EEUU a partir de los primeros
años de la presente década, cuando los precios de los hidrocarburos
convencionales se descontrolan al alza y la factura exterior de los fósiles en
EEUU se hace insostenible. Con un gasto energético por habitante que duplica el
europeo y la mayor parte de sus reservas de petróleo agotadas, en 2008 EEUU
había llegado a consumir unos 20 millones de barriles de crudo por día (uno de
cada cuatro en el mundo) y a producir tan sólo unos 6 millones. Dependía de la
importación de unos 14 Mb/d, con una factura asociada de unos 400.000 millones
de dólares a precios internacionales.
Con la explotación a
gran escala de los hidrocarburos de esquisto a partir de 2005, EEUU consigue
remontar la producción de crudo hasta unos 11 Mb/d, a la vez que disminuye su
consumo a 18 Mb/d. No llega a la autosuficiencia ni mucho menos, pero disminuye
su dependencia y logra bajar la factura asociada a casi la mitad.
Una opción
errónea
La mayor parte de campos
de hidrocarburos de esquisto producen sólo gas natural (o gas seco), del que
EEUU es casi autosuficiente, y sólo algunos de ellos producen también cierta
cantidad de condensados líquidos (o petróleos ligeros). El transporte y la
comercialización del gas es más difícil y requiere la construcción de una red
de gasoductos sólo posible en los yacimientos más cercanos al consumo, mientras
que el transporte y la comercialización de los petróleos ligeros es mucho más
rentable.
El primer campo de gas
de esquisto en ser explotado en EE UU fue el de Barnett, en Texas, hacia 2005.
A partir de entonces se desarrollaron muchos otros yacimientos en todo el país;
entre ellos, Haynesville en Luisiana y Texas, y Marcellus en Pensilvania y
Virginia. En 2012 se habían perforado 65.000 pozos de gas de esquisto y, para
mantener la producción, se estaban perforando 8.600 nuevos pozos al año.
La sobreoferta de gas de
esquisto originó la caída de los precios hasta valores no competitivos, lo cual
dificultó el retorno de las inversiones de los pozos de gas seco y promovió las
inversiones que también proporcionan petróleos ligeros; las principales, Eagle
Ford en Texas y Bakken en Dakota del Norte.
Solución
escasa y no duradera
La dinámica de los pozos
de fracking es como el vaciado de los
globos hinchables. Su producción inicial es elevada, pero disminuye muy
rápidamente: después de seis meses puede bajar a la mitad y en tres años, ser
residual. La atractiva producción inicial, combinada con que en EEUU los
hidrocarburos pertenecen a los propietarios de los terrenos, ha impulsado
muchas inversiones de difícil rentabilidad que están dando lugar a la burbuja
del fracking, cuyos grandes
beneficiados son las compañías que realizan las perforaciones. En 2012, la
agencia norteamericana USGS ( United States
Geological Survey), emitió un informe que rebajaba a la mitad las
expectativas en todos los pozos de esquisto de EE UU.
A pesar de las avanzadas
técnicas de localización y evaluación, los pozos de fracking son como una
lotería: algunos tienen rentabilidades elevadas, pero la gran mayoría son poco
productivos, e incluso una cierta proporción se cierran y no se explotan.
Además, los nuevos pozos tienden a rentabilidades decrecientes.
La etapa de los
hidrocarburos de esquisto será, pues, mucho más breve que la de los
hidrocarburos convencionales. La agencia norteamericana de la energía (EIA, Energy Information Administration) señala un
rápido crecimiento de los hidrocarburos de esquisto en los últimos años, pero,
a pesar de los nuevos pozos, prevé que su cenit se alcance en 2015, y se inicie
luego su declive.
Por tanto, la
explotación de los hidrocarburos de esquisto es un fenómeno efímero que no
resuelve la crisis de los recursos energéticos no renovables.
Impacto
ambiental y territorial
La perforación de un
pozo horizontal y la posterior fracturación hidráulica (o fracking) conlleva fuertes impactos
ambientales. Deben crearse, como mínimo, dos balsas de aguas altamente
contaminantes: una, en la etapa de perforación, que utiliza unos 1.000 m3 de lodos
de perforación, y otra, en la etapa de fracturación hidráulica (o fracking), que utiliza de 15.000 a
20.000 m3 de agua con aditivos muy contaminantes (durante el Gobierno de George
Bush y Dick Cheney en EEUU se rebajaron los requerimientos ambientales de la
EPA, ( Environmental Protection Agency),
para hacer posible esta actividad). El consumo de agua en las 8.600 nuevas
perforaciones de los campos de hidrocarburos de esquisto de EEUU en 2012
representa el agua anual consumida por una población cercana a los cuatro
millones de ciudadanos.
Estos fluidos deben ser
transportados con camiones y tratados en plantas especiales, o acaban generando
contaminaciones ambientales graves en el entorno de los pozos. A menudo, una vez
fracturada la roca a gran profundidad, el gas sube y contamina las aguas de los
acuíferos, lo que ha sucedido en numerosas explotaciones de fracking (en algunos lugares, el
agua que sale por los grifos es inflamable). En otros casos, la fracturación hidráulica
desestabiliza el terreno y origina episodios sísmicos.
Los impactos
territoriales no son menores. Para cada pozo, hay que crear un acceso por
carretera y ocupar varias hectáreas. Para la explotación del gas de esquisto
(el recurso más abundante en los yacimientos de fracking), hay que construir una red de gasoductos
para recoger y concentrar la producción (el tratamiento y el transporte como
gas comprimido o gas licuado son antieconómicos). En EEUU, muchos campos de
hidrocarburos de esquisto terminan como un paisaje triturado, contaminado y
lleno de pozos, situación completamente incompatible con el tipo de poblamiento
de Europa.
Finalmente, se argumenta
que el gas de esquisto ( shale
gas) es el combustible fósil con menos emisiones de CO2. Pero tampoco
es cierto, ya que en un balance global es tanto o más contaminante que el peor
carbón. En primer lugar, porque existen fugas incontroladas a través de los
acuíferos y los suelos (el metano, principal componente del gas natural, tiene
un efecto invernadero 25 veces superior al CO2). Y también porque en los pozos
de esquisto alejados del consumo donde se explotan petróleos ligeros
(transportables y más rentables), el gas sobrante se quema; por la noche, los
yacimientos de Eagle Ford y Bakken brillan como grandes ciudades por los
quemadores.
Grandes
costes económicos
La perforación de 8.600
nuevos pozos de esquisto en 2012 en EE UU requirió una inversión de 38.000
millones de euros, con un coste medio por pozo cercano a 4,5 millones de euros.
A ello habría que añadir la compra o el alquiler del terreno, la construcción
de los accesos y los gasoductos (para los pozos de gas), así como el transporte
y el tratamiento de aguas contaminadas y otros residuos.
Se suele argumentar que
los hidrocarburos de esquisto devienen una solución económica viable por su
impacto sobre el precio de los hidrocarburos convencionales. Pero este
planteamiento vuelve a ser erróneo. La comparación no debe establecerse tan
sólo con los hidrocarburos convencionales, en vías de agotamiento y sometidos a
mercados especulativos, sino también con las energías renovables, en pleno
desarrollo y en un proceso de progresivo abaratamiento de los costes.
Con datos de 2014, las
repercusiones de las inversiones para perforar un pozo típico de gas de
esquisto y para instalar un aerogenerador de 1,5 MW sobre la electricidad total
generada son del mismo orden (0,022 y 0,023 €/kWh). Pero, para el pozo de gas
de esquisto hay que añadir la construcción los gasoductos, los tratamientos de
aguas residuales y las centrales para generar electricidad.
Así pues, en un cómputo
global, hoy día ya es mucho más económico el aerogenerador que el pozo de
esquisto. Además, el aerogenerador puede ser sustituido al final de su vida
útil por otro probablemente más eficiente, mientras que, desde el punto de
vista energético, el agotamiento de un pozo de gas de esquisto es tierra
quemada.
Conclusiones
Como se ha dicho al
principio, impulsar la tecnología del fracking
y la obtención de hidrocarburos de esquisto es un camino erróneo, especialmente
en Europa, por distintas razones: en primer lugar, son recursos efímeros de
última frontera destinados sólo a prolongar la era de los combustibles fósiles
en un ciclo de unos 10 años. Son, además, contaminantes y tienen un efecto
sobre el cambio climático equivalente e incluso más grave que el de los peores
carbones. El impacto territorial que provocan es especialmente inasumible en
Europa. En la actualidad, el coste económico global que tienen es ya superior
al de las energías renovables. Por último, detraen unos recursos y unos
esfuerzos necesarios para las energías renovables.
En definitiva, el fracking se convierte en una distracción y un
prolongamiento innecesario de la era de los combustibles fósiles, porque no
hace más que retrasar la transición energética hacia un modelo 100% de fuentes
renovables que hay que afrontar para poder disponer de energía en el futuro y
evitar las consecuencias de la contaminación y del cambio climático.
[Este
artículo ha sido publicado en el número de diciembre de la revista Alternativas Económicas, a la
venta en quioscos, librerías y app. Ayúdanos a sostener este proyecto de
periodismo independiente con una suscripción]
Para acceder a la noticia,
No hay comentarios:
Publicar un comentario