Una
planta de procesamiento de gas construido en frente de un cementerio en
Bloomfield New México. Fotografía: Jeffrey Barbee
Publicado en The
Guardian
Por Jeffrey Barbee
27 de noviembre de 2015
Los
escapes de metano y de otros gases tóxicos están contaminando el aire, lo que
supone graves riesgos para la salud de las comunidades locales cuyo sustento
depende del auge del gas y petróleo de esquisto en el Estado
Los escapes de metano y de
otros gases tóxicos están contaminando el aire, lo que supone graves riesgos
para la salud de las comunidades locales cuyo sustento depende del petróleo y
del gas en el Estado del auge del gas de esquisto.
“Mi hija padece asma. No es la
única en la zona. Aquí algo va mal, la calidad de nuestro aire no debería ser
así”.
Shirley “Sug” McNall se apoya contra
una valla mientras mira fijamente un pozo de gas natural a unos 40 metros de un
parque infantil, detrás del colegio de educación primaria donde su hija solía
impartir clases en Aztec, Nuevo México. Está convencida de que la industria del
gas y el auge de la fractura hidráulica o “fracking” en su Estado está
perjudicando gravemente a la calidad del aire local, lo que a su vez afecta a
la salud de las personas.
Sus temores se confirmaron el
año pasado, cuando los satélites de la NASA identificaron una burbuja de metano
sobre Aztec que era visible desde el espacio. Esta burbuja indica que durante
las tareas de perforación y producción, la industria del gas natural no está
capturando todo el gas que se desprende de las profundidades y que unas
cantidades importantes de este metano y otras sustancias químicas se escapan
hacia el cielo. McNall también cree que se están liberando otros gases más
peligrosos.
El condado de San Juan, al
norte de Nuevo México, lleva décadas siendo el centro una extracción intensiva
de combustibles fósiles. En esta zona se extrae petróleo, gas y carbón de la
tierra. Hasta ahora, mucha gente culpaba solo al carbón por la calidad
deficiente del aire. Pero eso era antes de que personas como McNall y tres de
sus amigas, que se apodan a sí mismas las “Cuatro abuelas”, se implicaran en el
asunto y comenzaran a concienciar a los habitantes del peligro de los 20.000
pozos en su comunidad.
Estas cuatro abuelas llevan más
de 20 años luchando para llamar la atención sobre la peligrosa calidad del aire
en el norte de Nuevo México.
Imagen
de la NASA que muestra el "punto caliente" de metano en rojo sobre la
zona de las Cuatro Esquinas, cerca de Aztec, Nuevo México. El mapa muestra la
variación de las concentraciones medias de fondo de 2003 a 2009 (los colores
oscuros son más bajos que el promedio; los colores claros son más altos).
Fotografía: Universidad de Michigan / JPL-Caltech / NASA / AP
“Este es el recorrido tóxico al
infierno”, comenta mientras conduce pasando por pozos antiguos y hoyos con
lodos y residuos procedentes de las perforaciones y rodeados de letreros con
tibias cruzadas y calaveras colocados de forma prominente.
Este recorrido lo inició en
2005, cuando identificó la mayoría de lugares contaminados producto de la
industria del gas y McNall sigue mostrándolo a cualquier persona que llegue y,
en sus propias palabras, “quiera contaminarse”.
Una serie de científicos
corroboran los temores de McNall de que las emisiones de la industria del gas
son potencialmente peligrosas. El Dr. Detlev Helmig es profesor de
investigación en la Universidad de Colorado en Boulder. Su grupo trabaja con la
Administración Oceánica y Atmosférica Nacional (Noaa), la NASA y otros grupos
para supervisar las emisiones procedentes de la industria del gas.
Su estudio de un campo de gas
de Utah demuestra que “entre el 7 y el 8 % del gas natural producido se
descarga a la atmósfera”, lo que indica que las empresas de gas están liberando
cientos de millones de toneladas de sustancias contaminantes directamente al
aire. Las fugas en Uintah, Utah, son tan intensas, que según sus propias
palabras, “el aire es peor que en el centro de Los Ángeles”.
Y en estos pozos de gas no solo
se producen fugas de metano, sino de una multitud de otros gases peligrosos,
conocidos colectivamente como compuestos orgánicos volátiles (COV).
Son una especie de cóctel
diabólico de inmundicia y entre ellos se encuentran, por ejemplo, el benceno,
que produce leucemia y otros problemas de salud, los hidrocarburos aromáticos
policíclicos, que pueden provocar cáncer, y el tolueno, conocido por causar
defectos congénitos en altas dosis.
El doctor John Hughes de
Colorado pidió a Helmig y a su equipo que supervisaran la calidad del aire
alrededor de los hogares de las personas del cercano condado de Weld en
Colorado, una de las comunidades rurales en la que se hace un uso más intensivo
de la fracturación hidráulica en Estados Unidos, para identificar a qué se
estaban exponiendo sus residentes.
El Gobierno estatal de Colorado
ha utilizado el estudio piloto de Hughes sobre las personas que viven alrededor
de los pozos de gas para crear nuevas normas que imponen que los pozos deben
estar situados como mínimo a 350 metros de distancia de las residencias de las
personas, una legislación que las empresas de gas siguen rechazando.
“La conclusión que sacamos de
nuestro estudio es que los pacientes que viven más cerca de los pozos registran
las concentraciones más altas de ciertos compuestos orgánicos volátiles en sus
cuerpos”.
Hughes afirma que las
repercusiones en la salud pueden ser graves. “Pueden ser desde cáncer hasta
trastornos oculares y síntomas de toxicidad, como los que padecen los pacientes
que he visto y que están expuestos a los pozos de gas natural”….
- Allianceearth.org asumió los gastos de viaje y de alojamiento del periodista
- Traducción: Sara Fernández/VoxEurop
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