Laguna
de Peñalara. LUIS SEVILLANO
Publicado en El País
Por Esther Sánchez
09 de marzo de 2017
Los
científicos denuncian que anfibios, mariposas o macroinvertebrados acuáticos se
desplazan montaña arriba buscando menos calor
El cambio climático está
modificando las costumbres de la fauna y de la flora del Parque Nacional de la
Sierra del Guadarrama. Los científicos han detectado un incremento del valor
medio de la temperatura máxima de la laguna de Peñalara de casi dos grados en
una década, según un informe científico al que ha tenido acceso EL PAÍS. Las
nuevas condiciones han variado también la distribución de especies como
anfibios, mariposas o macroinvertebrados acuáticos, que se desplazan montaña
arriba buscando menos calor.
El calentamiento detectado por
los expertos regionales en la sierra provoca, a su vez, que el hongo que ha
acabado ya con el 98% de la población de sapo partero se extienda. La laguna
Grande de Peñalara, uno de los puntos más emblemáticos y visitados del parque
nacional, y que se halla a 2.040 metros de altitud, se ha convertido en el
mejor laboratorio para tomar la temperatura al espacio protegido.
Los registradores automáticos
instalados en las oscuras y tranquilas aguas desvelan un estado febril: su
temperatura media máxima ha pasado de cerca de 22 grados centígrados a 23,8 en
la última década. Un dato que corroboran las mediciones de la longeva estación
meteorológica del puerto de Navacerrada, inaugurada en 1946; desde la década de
los años ochenta del siglo pasado, la media anual ha crecido al mismo ritmo, en
torno a 1,8 grados centígrados.
Los expertos del Centro de
Investigación, Seguimiento y Evaluación del Parque Nacional, junto a miembros
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, trabajan desde hace años
por conocer cómo está respondiendo la fauna y flora del lugar a las
modificaciones climatológicas. “Así se podrán tomar medidas para ayudar a las
especies a adaptarse a las nuevas condiciones”, explica Juan Vielva, director
del centro, dependiente de la Comunidad.
Uno de los grupos más afectados
del espacio protegido son las nueve especies de anfibios que habitan en 242
charcas y lagunas, sin grandes posibilidades de escape. “Mientras que otros
animales tienen una mayor posibilidad para huir, hay especies que no pueden
salir corriendo, y tampoco las plantas”, aclara Vielva.
La disminución del frío ha
provocado el traslado también de algunas familias que antes vivían al pie de la
sierra, y como mucho alcanzaban los 1.500 metros de altitud, hacia zonas altas,
situándose entre los 2.000 y los 2.100 metros. “Entre ellas, la ranita de San
Antonio, el tritón jaspeado o la rana verde común”, desgrana Jaime Bosch,
científico del CSIC especializado en comportamiento y conservación de anfibios.
“La ranita se puede encontrar ya por todo el macizo de Peñalara y los datos
apuntan que la especie, junto con el tritón jaspeado, experimentan en esas
nuevas zonas incrementos anuales de entre el 5% y el 9%”, puntualiza Vielva.
“Hace décadas era imposible que sobrevivieran a esa altura, los animales se
congelaban y a las larvas no les daba tiempo a metamorfosear”, añade Bosch.
La infección que afecta al sapo
partero en todo el mundo (quitriodiomiosis, conocida como el ébola de los
anfibios)también ha encontrado un caldo óptimo de cultivo en esos grados de
más. El hongo culpable de la enfermedad se ceba especialmente con el sapo
partero (en 2000 ya había matado al 98% de su población en Peñalara), la
salamandra y el sapo común. “A pesar de las reintroducciones e investigaciones
que hemos llevado a cabo, no hay forma de frenarlo”, explica Bosch.
El desplazamiento hacia alturas
mayores afecta también a algunas mariposas, según apuntan estudios
desarrollados por el parque y por la Universidad Rey Juan Carlos. Han volado
aproximadamente unos 160 metros hacia arriba, puntualizan desde el centro de
investigación. Y esa elevación de la población está provocando un desfase con
las plantas de las que se alimentan. Por ejemplo, los datos del parque indican
que hay “un fuerte aumento” en altitud de los nidos de la mariposa de la
ortiga. El coleóptero se encuentra ahora más a gusto en las alturas y su fuente
de alimentación se comporta al revés: prefiere las partes bajas. La
consecuencia es que “esa mariposa disminuirá a no ser que se adapte a bajar o
se vaya a otro lugar”, puntualiza Vielva….
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