Publicado en Energía
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Por Juan Emilio
Ballesteros
16 de marzo de 2017
Estados Unidos ha conseguido
abaratar sus costes eléctricos gracias a la menor dependencia del exterior en
combustible fósil junto con significativos avances en la reducción de los
consumos en virtud de la investigación e implantación de procesos de eficiencia
energética muy relevantes en la industria
Es muy posible que el aumento
de la demanda equilibre la sobreproducción de petróleo que ha supuesto en
Estados Unidos el auge del fracking y que ha ocasionado en gran medida la caída
de los precios del crudo en los dos últimos años, pese a los intentos de la
OPEP por congelar la producción y las exigencias de las economías emergentes,
con Rusia, China e India al frente, para que esta limitación no sea una carga
en sus expectativas de crecimiento. No obstante, aunque todos los analistas,
incluida la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en
inglés), coinciden en la inminente estabilización del mercado, aun cuando
países como Irán incrementarán su producción, el futuro energético pasa por el
establecimiento de un nuevo mix entre energía renovable, nuclear y fósil, así
como por avances muy significativos en almacenamiento masivo de energía eléctrica,
cuyo consumo deberá ser más eficiente.
Pese al fracaso de la cumbre de
Doha y la falta de resolución en la de Viena, donde los países de la OPEP se
han visto incapaces de adoptar una postura conjunta, el balance entre la oferta
y la demanda impondrá una reducción drástica en la sobreoferta, que puede caer
más de 200.000 barriles diarios en un escenario en el que se han alcanzado los
33 millones de barriles al día. La demanda avanza a menor ritmo y ha pasado de
1,5 millones de barriles diarios en 2015 a 1,2 en 2016. En Estados Unidos, el
desplome ha obligado a recortar inversiones y rebajar la oferta, sobre todo a
raíz de la quiebra de numerosas explotaciones cuyo coste era insostenible. En
2014, el 80 por ciento de los pozos en activo tuvieron que cerrarse. En la
actualidad, permanecen abiertos 320 de los 1.600 que llegaron a contabilizarse.
El objetivo sigue siendo
asegurar el suministro eléctrico para las próximas décadas y recuperar la
ventaja en el mercado global de Estados Unidos, cuya factura energética volverá
a subir de la misma manera que las explotaciones de fracking que hoy no son
competitivas recuperarán en breve el protagonismo alcanzado con la denominada
silenciosa revolución energética, por la que obtuvo un ventajoso liderazgo sobre
todo frente a los países de la Unión Europea.
El grado de dependencia
exterior en petróleo, gas y carbón alcanza una media del 53 por ciento en la UE
cuando en Estados Unidos no llega al 25 por ciento. Para Carlos Andreu, doctor
ingeniero en tecnologías energéticas y profesor de EAE Business School, esta
revolución tiene componentes geopolíticos que condicionan los factores
estrictamente relacionados con el mercado. “Si hablamos de combustibles fósiles
–explica– nos referimos al petróleo, pero también al gas y al carbón. Entonces
debemos preguntarnos en términos de estrategia geopolítica energética por qué
es la evolución de producción/precios/ países suministradores del petróleo lo
que parece marcar esta revolución energética. Es preciso considerar en este
sentido dos factores: la clara tendencia al consumo de energía eléctrica de
origen limpio (renovables) y los equilibrios geopolíticos que están
condicionados por los hechos relevantes en los países productores (árabes
especialmente)”. Si esa revolución silenciosa estuvo impulsada en sus orígenes
por la necesidad geopolítica de acabar con la dependencia del suministro de
petróleo procedente de la OPEP, sobre todo de los países árabes, ni Estados
Unidos ni China, las dos naciones que más contaminan, dan la espalda a las
energías alternativas.
El desarrollo de la producción
eléctrica renovable puede llegar llegar
a alcanzar tasas de hasta el 30 por ceinto en los próximos años. Es cierto que
los combustibles fósiles siguen siendo necesarios porque constituyen la fuente
principal de energía para la industria y el transporte, pero también lo es el
impacto positivo en OPEX y CAPEX (gasto e inversión) que supone la evolución de
las energías limpias. Las emisiones de CO2 en Estados Unidos se han reducido de
forma notable, llegando a niveles de los 90.
El punto de inflexión se
produjo el pasado año, cuando la apuesta por la descarbonización paulatina dio
un fuerte impulso a la generación de energía a través del uso de fuentes
renovables. La productividad energética, es decir, el resultado de dividir el
PIB por la cantidad de energía consumida, registró un incremento superior al 2
por ciento en 2014 y 2015, casi el doble que en años precedentes, mientras que
la tasa anual de eficiencia energética se sitúa en un promedio del 17 por
ciento en la última década. La renuncia al fracking no es posible por ahora, lo
que no implica que el modelo haya cambiado. El 68 por ciento de la capacidad
energética del país procedió en 2015 de fuentes renovables. Basten dos ejemplos
de esta transformación: la capacidad total de energía eólica se eleva a los 70
gigavatios y la fotovoltaica a 7,3 gigavatios. En capacidad de empleo, por
primera vez la industria fotovoltaica, con un total de 210.000 trabajadores,
supera al sector petrolero, con sólo 180.000 empleos. Según el profesor Andreu,
las perspectivas de futuro se centran en una evolución hacia un mix distinto
donde el consumo de combustible fósil disminuye frente al eléctrico de origen
renovable, manteniendo un mix entre renovable, nuclear y fósil diferente al
actual. La tendencia se dirigirá hacia la “electrificación” de la industria y
el transporte (reduciendo la dependencia del consumo de combustible fósil). Se
registrarán asimismo numerosos avances en eficiencia energética que conllevarán
una reducción drástica de consumos. Habrá igualmente un crecimiento muy
significativo en almacenamiento masivo de energía eléctrica con el fin de
alcanzar tasas eficientes en uso doméstico e industrial muy superiores a las
ratios actualmente disponibles.
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