Dicen que el agua es la vida, que somos agua y en los Valles Pasiegos esto se confirma.
El monte Castro Vanera es uno de los polos de mayor pluviometría del norte de España. Este agua hace que la tierra no conozca los colores ocres y que todo sea verde. Multitud de pequeños arroyos alimentan los ríos que conforman la cabecera del Pas, de cuyas aguas beberan personas y animales en su camino hacia el mar.
Sin embargo, este mismo agua que da la vida, a veces la quita. Es una ley no escrita. A pesar de su cercanía a la costa y su escasa altitud, en Vega de Pas, nieva. Todos los años un manto blanco cubre el fondo de los Valles y esa nieve se acumula con más intensidad en los altos y los castros. Esa nieve desaparecerá y convertida en agua dará fortaleza a los ríos y alimentará manantiales.
Sin embargo, la nieve también ha marcado durante cientos de años la vida de los pasiegos. El anuncio de su llegada, altera la vida de personas y animales. El pasiego sabe de la dureza de convivir con ella. Todos los años, esta nieve reclamará una ofrenda de vidas, en un ciclo que se repite hasta donde se pierde el recuerdo. La nieve, supuso para el pasiego quedar aislado en las cabañas, y a las bestias dejar de ver el verde y pasado un tiempo poder perder la vida.
La mayoría de las veces había una cabaña cerca, en la que habia cuadra y forraje. Sin embargo, la decadencia de la leche se acompañó de la aparición del ganado de monte. Esta ganado pisa más libre y no tiene, muchas veces, una cabaña cercana en la que protegerse.
Sin embargo, la muerte también mantiene la vida.
El "pindio" de los valles explica la presencia de eneros (aludes) que ocasionan dificultad en dejar transitables las carreteras y caminos.
Ver bajar un enero resulta espectacular pero no sólo con los ojos también con los oídos. La nieve arrastra tierra, piedras y maleza y se puede sentir como tiembla el suelo. Estos eneros ya son tradición en estos valles, como en la primavera instalar biondas, más arriba del Andaruz, para que el enero las desaparezca en invierno. Y así, todos los años, sin que la naturaleza pueda impedir la labor del hombre, ni éste la de ella.
Este es parte del invierno de los Valles Pasiegos. Muchos cántabros de la costa, adultos y niños, aprovechan para venir a comer y a disfrutar del dia pisando la nieve. El pasiego la mira con agrado, es origen de agua y de hierba en primavera, pero también la mira con recelo y con respeto.
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