El
director de la EPA, Scott Pruitt, al jurar el cargo. / REUTERS
Publicado en El País
Por Jan Martínez
Ahrens
23 de febrero de 2017
Las
compañías escribían a Scott Pruitt las cartas oficiales y diseñaban con él la
estrategia contra las leyes verdes de Obama
Scott Pruitt es lo más parecido
a un caballo de Troya. Nunca ha creído que el hombre sea el causante del cambio
climático, siempre ha defendido las industrias más contaminantes y, como fiscal
general en Oklahoma, demandó 14 veces a la Agencia de Protección Ambiental
(EPA). Todo ello le hizo, a los ojos de Donald Trump, el candidato perfecto
para dirigir la misma EPA. Un cargo que ocupó hace solo una semana y donde ya
le ha estallado un escándalo: miles de emails que revelan su connivencia e
incluso subordinación con la industria petrolera y eléctrica
La carga es de profundidad. Son
6.000 páginas de emails. Una enciclopedia del amiguismo y la incorrección
política. Los correos, hechos públicos por orden de un juez ante una demanda de
transparencia, muestran la alianza entre Pruitt, en su etapa de fiscal general
de Oklahoma, y las empresas más beligerantes con las regulaciones ambientales.
No es algo nuevo. Odiado por
los ecologistas estadounidenses, se conocía desde 2014 su alineamiento con la
industria e incluso ya se habían hecho públicas ciertas misivas. Pero esta vez,
la exhibición es de tal crudeza que difícilmente saldrá indemne.
“¿Alguna sugerencia? ¡¡¡Eres
tan increíblemente servicial!!! ¡¡¡Muchísimas gracias!!!”. Son algunas de las
expresiones que trufan las comunicaciones mantenidas por la fiscalía con
ejecutivos de las grandes eléctricas y petroleras. A esta intimidad se añade la
gravedad de los asuntos tratados.
Con el objeto de enfrentarse a
las normas de Obama, el fiscal general Pruitt y su equipo se reunían con los
directivos de las compañías afectadas y permitían que les escribiesen y
reescribiesen las cartas oficiales que luego enviaban a la Administración
federal. Juntos construyeron una estrategia común que pasaba por convertir el
Estado de Oklahoma en un bastión de estos intereses y un freno a los “excesos
reguladores” de Washington.
Pruitt fue un agente clave de
esta operación. Al controlar el ministerio público, tenía acceso a una inmensa
base de información y un altísimo nivel de interlocución.
Estas potencialidades fueron
bien explotadas por las compañías. Algunas como Devon Energy le llegaron a
escribir los borradores que debía enviar a la cúpula de la Agencia de
Protección Ambiental. “Te adjunto un borrador de carta que un grupo de fiscales
generales podrían enviar al director de la EPA y a otros en la Administración
en respuesta a los intentos de ampliar la regulación de emisiones”, indica el
vicepresidente de Devon, Bill Whitsitt, quien no tiene recato en trazar la
estrategia de comunicación que debe seguir el fiscal: “Si se envía, sugiero que
se haga pública, al menos en el Capitolio y en publicaciones políticas”, añade.
La respuesta fue clara: “Gracias Bill, empezamos a trabajar con el borrador”.
La publicación de los correos,
lograda por la organización no gubernamental Centro para los Medios y la
Democracia, ha sido recibida con frialdad en la Casa Blanca. Pruitt es un viejo
enemigo de los ecologistas y demócratas. Duro, directo y acostumbrado a las
críticas, no considera sus nexos con la industria una merma en su
independencia, sino un aval de su patriotismo. “Como agencia y como nación
podemos ser pro-energía y empleo, y también pro-ambientales. No hay que elegir
entre los dos”, dijo Pruitt al reunirse por primera vez con los empleados de la
EPA….
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