Publicado en el diario El País
La Tierra, cambios profundos en 2050
- De los trópicos a los polos, el calentamiento global habrá transformado el planeta de forma incontestable en pocas décadas. Los impactos serán económicos y humanos
La geotransformación ha
comenzado. El planeta Tierra está inmerso en un cambio insólito, por lo
acelerado que, de una manera o de otra, con efectos diferentes aquí o allá,
llega a todos los lugares. “A mediados de siglo las evidencias del cambio
climático, en aspectos que ahora pueden no ser aún muy visibles, serán
incontestables”, dice el experto Manuel de Castro. Muchos países no tendrán
capacidad económica para poner en marcha medidas de adaptación que eviten los
impactos más adversos. Los desarrollados seguramente sí, pero con un coste
alto. En España, por ejemplo, solo la subida del nivel del mar hacia 2050, en
algunas provincias, puede suponer un coste equivalente a entre el 0,5% y el 3%
de su PIB, que llegaría al 10% a finales de siglo, según un reciente estudio
liderado por Íñigo Losada, director de Investigación del Instituto de
Hidráulica Ambiental de Cantabria.
Las
temperaturas seguirán aumentando y, hacia 2050, la media global será entre uno
y dos grados más alta que ahora, dependiendo de cuántos gases de efecto
invernadero se emitan. “Y eso es mucho: hay que tener en cuenta que se ha
fijado, el límite de dos grados de aumento, aproximadamente, desde la época
preindustrial, como máximo a no superar para evitar las peores consecuencias, y
a mediados de siglo estaremos muy cerca o ya en esos dos grados”, continúa De
Castro, catedrático de Física de la Tierra de la Universidad de
Castilla-La Mancha. Hay que tener en cuenta, recuerda, que desde la
época preindustrial, hacia 1780, la temperatura media del planeta ha subido ya
0,8 grados y —no se cansan de repetir los científicos— no es que la Tierra no
haya sufrido cambios climáticos en el pasado; al contrario, han sido
abundantes, pero no hay registro de ninguno tan rápido como el actual. La gran
novedad, además, es que en esta ocasión se debe a la actividad humana. “Es
Física: se refuerza el efecto invernadero por las emisiones, sobre todo de los
combustibles fósiles, y el planeta se calienta”, afirma taxativamente De
Castro.
La
convulsión del clima tiene múltiples manifestaciones, efectos y
retroalimentaciones. “A mediados de siglo, el Ártico será un océano libre de
hielo en verano, con importantes rutas de navegación y transporte marino, así
como grandes puertos e infraestructuras asociadas”, describe Carlos Duarte, del
Instituto Mediterráneo
de Estudios Avanzados (IMEDEA, CSIC-UIB). Y más sobre el Ártico dentro
de 50 años: “Muchas especies asociadas al hábitat del hielo, como el oso polar,
focas, morsas y algas, se encontrarán en un estado crítico de conservación o se
habrán extinguido, mientas que muchas otras, como el bacalao, gambas, bosques
de algas y praderas submarinas se habrán extendido creando nuevos ecosistemas
con nuevas funciones y servicios a la sociedad”, añade este oceanógrafo experto
en los confines septentrionales de la Tierra.
Otra
extensa parte de planeta que habrá cambiado dentro de unas décadas es la
Amazonia, que puede sufrir una deforestación acelerada por el efecto combinado
de las sequías prolongadas y los incendios, como muestra un trabajo publicado
en Proceedings (Academia Nacional de Ciencias, EE UU) por Paulo
Monteiro Brando (Instituto de Pesquisa Ambiental da Amazonia) y sus colegas.
“Las interacciones entre el clima y los cambios del uso de la Tierra pueden
desencadenar la extensa degradación de las selvas amazónicas; los incendios de
alta intensidad asociados a los fenómenos meteorológicos extremos pueden
acelerar esta degradación incrementando abruptamente la mortalidad de los
árboles”, explicaban hace un mes.
Los
estudiosos del clima puntualizan que las proyecciones climáticas no consisten
en predecir el tiempo meteorológico que hará dentro de 50 años, en una semana
concreta en una localidad determinada. No se trata de una predicción del tiempo
a larguísimo plazo, sino de identificar los rasgos y de calcular los cambios
del clima de la Tierra y sus posibles manifestaciones en la medida en que se
vayan acumulando más o menos gases de efecto invernadero en la atmósfera. “La
precipitación media global dentro de 50 años aumentaría entre un 5%, en el
escenario más favorable de menor concentración de gases de efecto invernadero,
y un 15% de incremento en el escenario más desfavorable”, resume De Castro.
“Pero su distribución será muy desigual entre regiones. Como regla general, las
zonas húmedas recibirán más precipitaciones y las áridas, tendrán menos
lluvias, con pocas excepciones”.
Tampoco
el cambio en las temperaturas será uniforme, de manera que habrá entre un 20% y
70% menos días de frío extremo respecto a los actuales, especialmente en
latitudes altas, mientras que el número de días de calor realmente alto
aumentará entre un 30% y un 250%, sobre todo en latitudes medias. Y la duración
e intensidad de las sequías es probable que aumenten en regiones como la cuenca
del Mediterráneo, Europa Central, Centroamérica, noroeste de Brasil y
Suráfrica, apunta el catedrático de Castilla la Mancha. En la península Ibérica
“los inviernos será un poco más suaves y, aunque seguirá habiendo días muy
fríos, serán menos frecuentes; los veranos serán mucho más tórridos y las
precipitaciones serán menos abundantes entre abril y octubre”.
Millones
de personas notarán el cambio climático directamente en las regiones costeras
que el mar, al subir, se habrá comido literalmente o erosionado mucho. Algunas
islas, como varias del Pacífico, o las Maldivas, tendrán problemas serios de
pérdida de habitabilidad por áreas sumergidas o por la salinización de
acuíferos. Los deltas de los ríos se verán afectados, además de playas y costas
en todo el mundo, con impacto enorme, por ejemplo, en el turismo.
“En España, el
aumento del nivel del mar afectará a toda la costa. Será notable en el delta
del Ebro o zonas bajas como la desembocadura del Guadalquivir o Huelva; el
impacto será destacable también en puertos e infraestructuras costeras, incluso
con pérdida de operatividad en muchos casos, y se perderá gran parte de las
playas encajadas en las costas del Cantábrico y de la Costa Brava”, explica
Losada. Advierte de que las grandes y dañinas tormentas que ha sufrido este
invierno la costa norte española pueden ser más habituales dentro de pocas
décadas.
“La
subida del nivel medio del mar desde 1900 ha sido de unos 20 centímetros, y los
valores proyectados para 2050 están entre 24 y 29 centímetros más”, resume
Losada. ¿Y ese crecimiento del agua, de dónde saldrá? La mayor parte, responde
este experto, se debe a la expansión térmica del agua, la dilatación de un
material que se calienta, pero también de la fusión de los glaciares y las
masas de hielo en Groenlandia, Ártico y Antártida. “Por ejemplo, si se fundiera
la masa de hielo que cubre Groenlandia, lo que sería posible excediendo
temperaturas globales por encima de dos o cuatro grados respecto a la
preindustrial, se estima una subida del nivel medio del mar global de hasta
siete metros”, explica Losada. Pero eso sería, en todo caso, mucho más allá de
finales del siglo XXI. De momento, las tres evidencias claras de cambio
climático en el océano son: subida del nivel, calentamiento del agua y acidificación
de la misma, con gran impacto en prácticamente todas las especies marinas y muy
especialmente en los corales.
Los
trópicos se están ampliando hacia latitudes cada vez más altas, y el proceso
seguirá. No solo la frontera
con las latitudes medias, determinada por la circulación atmosférica específica
de la banda ecuatorial, se desplaza hacia el Norte y el Sur arrastrando sus
condiciones de vientos secos y desiertos. Desde 1979, el cinturón atmosférico
tropical se ha ensanchado entre 225 y 530 kilómetros, sumando el efecto en
ambos hemisferios. Además, según han anunciado dos equipos científicos hace
poco, la fase más intensa de los ciclones tropicales, como huracanes y tifones,
se desplaza igualmente con el ensanchamiento del trópico. Las migraciones de
millones de personas huyendo de las zonas más acosadas por la sequía serán
seguramente una realidad dentro de 500 años.
Para
finales de siglo, muchos de estos efectos del calentamiento global se habrán
agudizado y otros habrán empezado a mostrarse con toda claridad. “Lo seguro es
que dentro de 50 años ya no habrá climaescépticos”,
concluye De Castro, “puesto que hará tiempo que las evidencias del
calentamiento global antropogénico habrán llegado a ser absolutamente
incontestables”.
Para acceder a la noticia completa,
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/05/20/actualidad/1400604766_206368.html
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