EDITORIAL
Diario El País
3 de Mayo de 2014
Es un hecho que las urgencias de la crisis económica han debilitado las preocupaciones medioambientales en todo el mundo, en particular las relacionadas con el aumento de la contribución de las energías de origen renovable. Del triángulo competitividad, seguridad de suministro y adecuación medioambiental que deben informar toda política energética de futuro, se enfatiza ahora la importancia de la competitividad, es decir bajos precios, y, como consecuencia de la crisis de Ucrania y sus posibles efectos sobre la llegada de gas natural ruso a Europa, también se pone en primer plano la seguridad de suministro. El factor medioambiental, tan caro a Europa hace unos años, se ve así debilitado.
En España, el desarrollo temprano y vigoroso de las energías renovables ha conformado un sector industrial que es referente en todo el mundo y con gran capacidad exportadora; algo que no había ocurrido nunca antes en ningún campo tecnológico. Como consecuencia, el esquema de suministro energético, en particular eléctrico, es notablemente equilibrado, con una participación significativa de las tecnologías renovables y nuclear, y baja dependencia de los combustibles fósiles, aunque con un exceso de potencia instalada que no podemos rentabilizar mediante la exportación de energía debido a las insuficientes interconexiones con Europa (tanto eléctricas como gasísticas). Por otro lado, los subsidios a la producción renovable de la década pasada suponen una carga económica considerable para los consumidores y, en última instancia, para el conjunto de la ciudadanía de muy difícil solución.
Pero aun teniendo en cuenta estos factores, no debe olvidarse que cambiar el insostenible paradigma energético actual hacia otro con menor contenido de carbono en las fuentes primarias, en particular con una fuerte presencia renovable, sigue siendo un objetivo irreversible y que habrá de imponerse tarde o temprano. De ahí que en muchos países se sigan planteando nuevas iniciativas en este campo y que en España la reacción contra las renovables, claramente visible en las instancias gubernamentales, deba ser sustituida por una visión distinta. Hay que intentar minimizar los errores del pasado pero, hacia el futuro, el sector de las renovables puede servir para disminuir nuestra dependencia energética del exterior, para cumplir con los requerimientos europeos en la materia y, sobre todo, para fortalecer un sector industrial de enorme impacto global.
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