Todos
tenemos recuerdos de nuestra infancia, cuando, entre risas, intentábamos
adivinar con el sentido del tacto la identidad de nuestro amiguito. Nuestro
amigo o amiga no hablaba, para no declararse, y nuestra vista estaba anulada
por un pañuelo anudado tapando los ojos. ¡Cuantas risas habremos compartido en
aquellos días de inocencia y despreocupación!. 
Con
la infancia y,  muchos con la juventud
superada,  parecemos jugar de nuevo a la
gallinita ciega. Sin embargo, ahora no parecemos despreocupados y aunque no
llevamos pañuelo sobre los ojos, tenemos problemas para enfocar con nitidez al
que tenemos delante. Estamos viviendo tiempo de cambios importantes. Todo lo
que conocimos en nuestra niñez y juventud parece difuminarse y desaparecer con
rapidez. 
Son
tiempos de incertidumbre donde parece privar lo individual sobre lo colectivo.
Se jalea lo privado sobre lo público y sin embargo, parece que nunca estuvieron
tan próximos  y tan interesado el primero
en el segundo. 
Este desenfoque, se
manifiesta de forma importante con muchos de nuestros políticos. Asistimos a
momentos, en los que para los más bondadosos, parecen incompetentes y para los
más exigentes, corruptos.
 Nos hablan, les miramos y escuchamos y muchas
veces nos preguntarnos….  ¿ y tú quién
eres?

 
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