A veces, resulta complicado
entender la información proveniente del gas de esquisto. Podríamos empezar por
su denominación. En los diferentes artículos periodísticos, es nombrado desde
su origen geológico, gas de esquisto
o desde aspectos publicitarios y mercantiles, shale gas. Para distinguirlo del gas natural, se emplea el término, gas no convencional y es frecuente referirse a él por la técnica
extractiva empleada, fractura hidraúlica
o fracking, en inglés.
Se ha escrito y leído de todo.
Desde una revolución energética y unas reservas que asegurarían la
independencia por 200 años, en Estados Unidos, a reconocer unas reservas más
modestas y ser contemplado como una energía de transición. De la independencia
energética a fomentar la exportación, a precios mayores de los de EEUU, para dar viabilidad a
las inversiones y evitar pérdidas y quiebras empresariales. De la rentabilidad
dudosa de algunas extracciones de gas a operaciones especulativas de fondos de
inversión en Wall Street. De un mayor beneficio, que el de la propia extracción, en
la obtención de terrenos y licencias de explotación para revenderlas posteriormente. De la
negación a la confirmación de aspectos contaminantes asociados.
Sin que muchos de estos
aspectos sean explicados de forma clara por empresas y gobiernos, la fiebre del
shale gas llega a Europa. Y estamos
en las mismas. Algunos países declaran moratorias totales y locales, otros fomentan su explotación y en
Bruselas las Comisiones de Energía y Medio Ambiente adoptan posturas
divergentes.
Tal vez convenga analizar un
ejemplo y fijarnos en uno de los países que antes han mostrado su entusiasmo por
esta práctica extractiva. Es el caso de Polonia.
Este país, ha tenido una
dependencia energética de la antigua URSS. Polonia era un
país de influencia soviética y toda la llegada de energía miraba hacia el este.
Lo intentos de diversificar los suministros energéticos del país no parecen
haber sido acertados y el 70% del gas sigue siendo importado desde Rusia. Además, Polonia paga un mayor precio, por el mismo gas, que sus vecinos occidentales.
Polonia negoció, un contrato, a largo plazo, con un precio del gas
indexado al petróleo y paga 500 $ por 1000 m3 de gas. Los otros
socios comunitarios unos 350 $.
Por otra parte, al disponer de grandes reservas de carbón, todo su crecimiento económico, durante los últimos 20 años, se ha basado en este combustible. Actualmente, más del 90% de la producción de electricidad se basa en quemar carbón o lignito. Este hecho, resulta un problema por las contínuas exigencias de la CEE a que Polonia disminuya sus elevadas emisiones de CO2
Por otra parte, al disponer de grandes reservas de carbón, todo su crecimiento económico, durante los últimos 20 años, se ha basado en este combustible. Actualmente, más del 90% de la producción de electricidad se basa en quemar carbón o lignito. Este hecho, resulta un problema por las contínuas exigencias de la CEE a que Polonia disminuya sus elevadas emisiones de CO2
Cuando a Polonia se le informó
de que podía ser unos de los países europeos más favorecidos por posibles reservas de
gas de esquisto , no hay mucho que imaginar. El gobierno se vió aliviado de pagar la enorme factura de gas a Grazpom y además, siendo país exportador. Se
acabaría la dependencia exagerada del carbón y las emisiones de CO2 podrían ser drásticamente disminuídas y cumplidas las exigencias de la CEE.
Compañías extractoras,
principalmente norteamericanas, fueron atraídas por ese potencial de gas, por un Gobierno relajado con
las normativas medioambientales y por un gas que podría venderse hasta 4 ó 5 veces
más caro que en USA y unas necesidades industriales cercanas a los lugares de
extracción, con el consiguiente ahorro en transporte y distribución.
Un gran número de artículos en
prensa y en diferentes idiomas remarcaron las enormes reservas de gas de Polonia y la definieron
energéticamente como la nueva Noruega. El Dorado europeo. En 2010, antes de
abrir el primer pozo exploratorio, el ministro polaco de exteriores ya
reclamaba para su país el reconocimiento del éxito de Noruega.
En la actualidad ya se han
abierto 40 pozos y se comenta de todo. La geología es diferente a EEUU y habría
que profundizar mucho más en la perforación, con necesidad de equipo
especializado y mayores costos económicos asociados. El gas podría tener una mayor
concentración en nitrógeno que necesitaría de otros gastos para hacerlo
viable comercialmente.
En cualquier caso, de los 40
pozos, en ninguno ha fluído gas a una tasa comercial.
ExxonMobil perforó dos pozos y
en Junio de 2012 dijo que abandonaba Polonia. En Mayo de este año Talisman y
Marathon Oil declararon resultados insatisfactorios y se retiraron. Entre los
que se quedan, se reclama mayor relajación medioambiental, menor burocracia,
alargar los plazos de las concesiones de exploración y obtener permisos automáticos
de explotación, entre otras peticiones.
El Gobierno polaco impone
tasas equivalente al 40% de los beneficios, sanciones por incumplimiento de tiempos en las fases de exploración y justifica que una empresa pública,
NOKE, participe en todos los proyectos como socio.
Ya veremos en que acaba todo
esto.
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