El País
Por Josep Ramoneda
18 de mayo de 2017
Es
posible que el miedo incline la elección a la Secretaría General del PSOE a
favor de Susana Díaz
Decía La Boétie que el secreto
de la servidumbre voluntaria está en la costumbre, las pirámides de intereses y
el miedo. Ahora que las costumbres cambian y los sistemas clientelares se
tambalean, queda el miedo. Y es posible que, en el último momento, el miedo
incline la elección a la Secretaría General del PSOE a favor de Susana Díaz,
que quiérase o no, ella misma se lo buscó con la concentración de poderes en el
acto de presentación de su candidatura, representa el aparato del partido. A
Sánchez le queda la fuerza de los irritados que es lo que ha permitido su
resurrección: el feo procedimiento utilizado para echarle le ha dado una
segunda vida política. Pero, de momento, en Europa continental la indignación
mueve las cosas pero se queda a medio camino.
Sea quien sea el ganador no lo
hará en condiciones que permitan dar por superada la crisis del PSOE y
alimentar la fábula de que están en la rampa de lanzamiento para volver a ganar
al PP. Esta evidencia, ¿qué nos dice de la situación del partido? ¿No había en
todo el PSOE un candidato mejor que los tres que se han presentado? Susana Díaz
es un líder territorial, con la fuerza de ser la representante de la principal
federación del partido, es decir, la primera accionista. Tiene más poder que
proyección.
Pedro Sánchez ha obtenido los
peores resultados del PSOE en el régimen actual. Y no estaría aquí si sus
adversarios no le hubiesen convertido en víctima. Y Patxi López pone las buenas
maneras, insuficientes en momentos de guerra, con un estilo que recuerda la
buena segunda fila del PSOE del pasado. Y dicen que no había nadie más.
El PSOE no anticipó el desastre
que llevó al 2008, se acomodó al corporativismo bipartidista, asumió las
brutales respuestas a la crisis (así, en 2010, empezó su debacle), y no quiso
ver la evolución de sus bases electorales, que venía de lejos. Ya en el
tardofelipismo empezaron a abandonarle los sectores más dinámicos de la
sociedad. De modo que ha afrontado las grandes transformaciones con hechuras de
partido conservador y no ha sabido salir de esta trampa.
Si aún conserva cierto suelo
electoral, es porque la cultura de la indiferencia ha evitado que surgieran de
su seno un Macron o un Mélenchon para llevarse la gente a otra parte y los
polos de atracción a su derecha y a su izquierda son de fuerza limitada.
¿Quién manda en el PSOE? Si lo
supiéramos quizás entenderíamos la suicida melancolía del bipartidismo en que
está instalado. Y que sus tenores sigan repitiendo —el último Patxi López— la
misma retrofantasía: "Somos la alternativa al PP. No tenemos que pactar
con Podemos". Entonces, ¿con quién? Un decenio en la oposición es muerte
segura.
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