Por David García Verdejo (@zygmantovich)
Si soy sincero, cuando la Plataforma contra el Fracking en los Valles Pasiegos me dijo si quería escribir un artículo sobre el asunto, por un lado, me sentí muy halagado, pero por el otro, descubrí que así como normalmente cuando comienzo un artículo tengo en la cabeza la idea de lo que quiero decir, y qué estructura va a llevar el texto, en este caso estoy improvisando. Y no, no es por falta de trabajo ni de información. Es que no sé muy bien qué más puedo aportar al asunto como novedad, para que aquél que me lea se sienta interesado.
El tema de las energías no renovables siempre es un asunto peliagudo, pues las empresas energéticas representan un lobby con bastante poder en España, y allende nuestras fronteras. La relación entre los ex políticos y los Consejos de Administración de Iberdrola, Gas Natural, Red Eléctrica de España, Endesa, etcétera es de sobra conocida. Normalmente, dados los contactos y el poder económico de dichas empresas, ya se sabe hacia qué lado va a soplar el viento. Por eso, pese a las constantes, continuas y masivas muestras de rechazo hacia el fracking en todo el territorio español, los gobiernos siguen sin rechazarlo de plano. Ahí tenemos la decisión del Tribunal Constitucional, recién salido del horno.
La cuestión es que, a diferencia de hace años, ahora mismo cualquier paisano puede meterse en Google, escribir fracking y buscar información sobre el asunto. Sobre cómo funciona el proceso en sí, hasta los efectos que genera al ecosistema de su alrededor. De modo que yo, como paisano sin ser Ministro del Medio Ambiente, puedo saber que la factura hidráulica supone una forma de abastecimiento de gas natural, que para la empresa encargada de perforar será rentable según algunos iluminados neoliberales (veremos más adelante que no es así), y que para el ecosistema que lo sufre, es devastador. Arrojemos unas cifras, ya que estamos.
Para empezar, la separación entre pozos ronda varía entre los 600m y los 2 kilómetros. Lo que significa que la ocupación del territorio para una explotación mediana es de 2 hectáreas, tirando por lo bajo. Pero además, como ya se sabe en estas cosas, los datos que ofrecen unos cuando venden su ‘panacea energética’ son contradictorios a los que luego ocurren. Por ejemplo, la industria del frackingamericana (EEUU es el país más experimentado en este proceso) asegura que sólo un 2% de los gases invernadero llegan a la atmósfera. Sin embargo, oh, sorpresa, la NOAA (La Administración Nacional del Océano y la Atmósfera) asegura que las emisiones superan el 4%, sin contar lo que se pierde por las tuberías y canalizaciones internas. Es decir, el doble de lo anunciado. Puedo no parecer mucho, pero no hablamos de dióxido de carbono. Hablamos de metano, cuyo poder como efecto invernadero es 25 veces superior al del dióxido de carbono según el Índice GWP(Global Warming Potential traducido Potencial de Calentamiento Global). Además, el NCAR (Centro para la Investigación Atmosférica) asegura que este proceso no ayuda en absoluto a frenar el cambio climático, según un estudio realizado en 2011. De hecho, en la ciudad de Dish, Texas, se detectó que la cantidad de benceno (agente altamente cancerígeno) superaba en mucho los niveles máximos permitidos.
Luego entra la contaminación del agua. Aproximadamente la mitad del fluido inyectado a alta presión para provocar la factura hidráulica vuelve a la superficie como “agua” de retorno. El resto, se queda bajo la superficie, mezclándose con depósitos de agua naturales. Depósitos que en Cantabria sirven para abastecer a buena parte de la población. El agua que se inyecta va mezclada con compuestos químicos, de los cuales muchos son tóxicos, y entre los cuales se encuentran varios metales pesados. Otro problema es la cantidad de agua necesitada para llevar a cabo la fractura. Entre enero de 2011 y septiembre del 2012, en Estados Unidos se necesitaron 2,59×1011(259.000.000.000) litros para los 25.450 pozos registrados(según un estudio de FracFocus), que equivale al consumo de agua durante un año de una población de 2.500.000 personas. Por no hablar de temblores sísmicos inducidos por la altísima presión del agua para provocar la fractura (se han registrado terremotos de incluso 4 puntos en la escala Richter)
Además, se debe tener en cuenta la baja rentabilidad de los pozos, por mucho que desde EEUU se empeñen en decir lo contrario. Con el fracking, llegaron incluso a decir que el país sería independiente energéticamente hablando. Nada más lejos de la realidad, que se lo pregunten a Peter Voser, consejero delegado de la multinacional Shell, quien aseguró tras dimitir de su puesto que de lo que más se arrepentía era de haber accedido a usar el fracking. De hecho, a día de hoy, el coste de producción del gas mediante este método es 2 ó 3 veces superior al precio de venta de gas al público en los EEUU.
Esta gráfica muestra como el pico de producción de dos de los pozos más importantes de fracking en EEUU (Barnett y Haynesville) llegó a su tope a finales de 2011, apenas unos meses después de haber comenzado su explotación. La prensa convencional busca ahora el momento en el que el último gran pozo (Marcellus) llegará a su declive.
Vale, quizás explicado así, sólo con cifras, puede resultar todo esto muy abstracto y un poco tedioso. Así que, para agilizar el asunto, voy a aderezar este artículo con unas fotos de antiguos pozos de fractura hidráulica llevados a cabo en Estados Unidos, concretamente en Pinedale,estado de Wyoming (la primera foto) y Amy Youngs, Texas (segunda foto).
¿Os imagináis nuestros queridos valles pasiegos, o la preciosa comarca de Valderredible con este aspecto? ¿Merece la pena destrozar una región con una belleza y un ecosistema tan variado como el que disponemos en Cantabria, por permitir que cuatro empresas gasten toneladas de dinero para terminar contaminando nuestras aguas y nuestros paisajes? Porque está claro que los pocos beneficios que vaya a dar el proceso, desde luego la población no vamos a enterarnos de nada. Simplemente, habrá que conseguir el agua de otro sitio, y todos nuestros valles quedarán agujereados como un gruyère.
Lo que no podemos permitir es que por el ‘avance’ del capitalismo, hipotequemos hasta nuestros recursos naturales. Y todo por llevar a cabo un proceso que incluso en Estados Unidos ya han visto que es un fracaso. ¿No será una señal de que no debe llevarse a cabo semejantes atrocidades? Lo normal sería que, visto lo visto, se rechazasen las propuestas de estudios sismográficos y de los estratos de la tierra. No ya por parte de la población, que lo hace de plano, ni de las instituciones locales (que lo hacen pero por lo visto, con reservas), si no de las propias empresas que quieren llevar a cabo estos proyectos. Pero claro, es difícil negarse a unos beneficios a cortísimo plazo, para luego, cuando los pozos dejen de ser rentables, pedir una ayuda al gobierno con el dinero público, para amortizar el cierre. Negocio redondo para ellos, para nosotros, un atraco más.
Yo lo tengo claro. No quiero fracking. No ya en Cantabria, no lo quiero en ningún lado. Y cualquiera con dos dedos de frente piensa igual.
Bibliografía
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