martes, 30 de julio de 2013

El alma pasiega




La otra tarde, mientras daba un paseo por los valles, oí a mis espaldas ese pitido que ya se ha convertido familiar y que año tras año, hace que la sonrisa se marqué en mi cara.

Llegué a los valles, por primera vez, hace unos 15 años. Aquel primer verano todo me llamaba la atención. Era como esos niños que abren los ojos sorprendidos cuando pasa algo extraño a su alrededor, así que ahora, echando la vista atrás, creo que debí pasar todos los días de aquel verano con los ojos como platos.

Venía de la gran ciudad, la capital como algunos dicen aquí, y estaba acostumbrada al orden caótico, al movimientos rápido, a las prisas, a los cláxones, al gris del hormigón y al frío del metal.

Los valles pasiegos eran todo lo contrario, y reconozco que me costó acostumbrarme a aquellas cosas. La pausa, la calma, el comenzar a charlar con algún pasiego y notar como su reloj se paraba, sin prisa por acabar la conversación. El verde intenso de los prados que siempre me recordaba a alfombras mullidas. Y los cláxones estridentes se convirtieron en pitidos alegres como el de la otra tarde, cuando la furgoneta de la Covadonga, como todos los jueves del verano, pasaba por la carretera anunciando su llegada, y paraba, aún en mitad de la carretera, para servir aquellos cucuruchos que a mí siempre me han parecido los mejores helados del mundo por lo que representan.

Este verano muchas cosas han cambiado. Veo carteles por todos lados en contra de la fractura hidráulica, veo pancartas, pintadas, pegatinas,... Incluso la furgoneta de la Covadonga ha cambiado: se ha modernizado, es más nueva, pero el sabor del helado sigue siendo delicioso y el pitido sigue teniendo el mismo tono.

Con todas mis ganas, deseo que el próximo verano pueda seguir oyendo los pitidos de la Covadonga y no vuelva a ver los carteles antifracking colgados en las ventanas, porque la razón se haya impuesto a la sinrazón, a la locura, a la aberración que sería comenzar a construir plataformas extractoras de gas en entornos como éste para que unos pocos ganen algunos millones en 2 ó 3 años a cambio de algo tan poco tangible, como el verde, el aire puro, el agua cristalina, .... el alma pasiega. 

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