Trabajadores
en un pozo de fracking. (Foto: Reuters)
FORBES
Por Arturo Solís
22 mayo de 2017
Analistas
coinciden en que además de que su extracción contamina la atmósfera con
sustancias altamente tóxicas, el energético es muy poco rentable para el país.
En el norte de México, a más de
1,500 metros bajo tierra, habita una oportunidad energética muy lucrativa. Pero
el apetito por este hidrocarburo puede convertirse en una pesadilla ambiental.
México ocupa el sexto lugar del
mundo con recursos no probados, pero técnicamente recuperables de gas de
esquisto o lutita (shale) —545 billones de pies cúbicos—, solo detrás de China,
Argentina, Algeria, Estados Unidos y Canadá, según los últimos datos disponibles
de la Administración de Información Energética (EIA, por sus siglas en inglés).
“El problema es distinguir si
tenemos reservas importantes. No son reservas todavía, esas se cuentan cuando
ya se sabe que están allí y se pueden sacar”, comenta en entrevista con Forbes
México el investigador especializado en energía de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), Ángel de la Vega Navarro.
El gas shale es, en términos
llanos, gas natural que está atrapado en rocas muy apretadas Para extraerlo, la
industria energética ha recurrido al fracking, una técnica de perforación
horizontal que inyecta arena, agua y químicos para obtener el hidrocarburo.
Este proceso se hizo popular a
partir de 1997, después de que el gobierno en Estados Unidos se preocupara por
su seguridad energética y, ante un déficit de gas natural, buscó la manera de
extraer esos recursos. Entonces invirtió en investigación y desarrollo, incluso
creó laboratorios nacionales. Así el sector empresarial abrió la cartera y
explotó la producción de gas, hasta el punto en que se convirtió en exportador
de shale.
Las reservas de gas natural en
México han caído brutalmente, por lo que importa casi 60% desde Estados Unidos
para generar electricidad. Se han invertido 300 millones de pesos (mdp) en
busca del energético en zonas como Coahuila, un área semidesértica donde se
proyectan destinar 30,000 millones de pesos para explorar 195 pozos, recuerda
Greenpeace en un reporte.
Pero Navarro enlista elementos
para no hacerlo en México.
Los
peligros de quebrar el subsuelo
La prioridad en el uso de agua,
la contaminación por gases de efecto invernadero y de mantos acuíferos,
problemas con las comunidades cercanas a los pozos, incluso la desconfianza en
las instituciones regulatorias son los principales factores en contra del
fracking, explica el catedrático.
“La principal preocupación es
el daño de los acuíferos. Desde la parte de la producción, si todo va bien, la
perforación ocurre en zonas más profundas, pero siempre hay posibilidad de
contaminación”, coincide Javier Díaz, analista senior en gas para América de la
consultora energética S&P Platts.
La técnica de fractura
hidráulica para obtener gas de esquisto se divide en etapas. Primero se
realizan siete fases de fractura y cada una de éstas necesita entre 1,100 y
2,200 metros cúbicos (m3) de agua.
“Esto significa que para el
total del pozo el consumo de agua asciende de 9,000 a 29,000 m3. (…) Las
inversiones de este tipo implican la proliferación de cientos de pozos, por lo
que el consumo de agua se multiplica, entrando en directa competencia con las
actividades productivas (agrícolas)”, detalla la Alianza Mexicana Contra el
Fracking en un estudio.
El recurso hídrico va a una
zona donde no hay agua, como en Coahuila, o que está en zonas pobladas, donde
el agua tiene varios usos para población, ganadería y agricultura, como es el
caso de Veracruz.
Otro problema es la fuga del
gas. Este energético, que se considera limpio, se compone de 95% metano, un
agente contaminante 84 veces más potente que el dióxido de carbono (CO2) y su
contribución al calentamiento global es mucho mayor cuando se fuga, de acuerdo
con el Centro Mario Molina.
México, Canadá y Estados Unidos
son tres de los cinco países con mayores emisiones de metano. En conjunto,
representan casi 20% de la contaminación global de metano que viene de la
industria petrolera y de gas.
Además, las señales de las
autoridades mexicanas sobre la regulación de fracking también han generado
desconfianza.
El 13 de octubre de 2016, la
Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) aprobó, sin marco legal, cinco
acciones de fracking en Miquetla, Miahuapan, Soledad, Amatitlán y Pitepec,
Veracruz.
“Se dieron sin regulación. La
Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) no tenía ningún tipo de
regulación. Hay una desconexión institucional y regulatoria”, comenta el
catedrático del posgrado de Economía en la UNAM.
Aunque la legislación fue
presentada el 15 de marzo de 2017, Navarro duda sobre la vigilancia en nuestro
país para que las leyes se cumplan.
“Ese coctel de tóxicos va a
salir por la tubería y va a llegar a la superficie. En Estados Unidos se ha
visto, hay camiones y camiones poniéndolo sin saber con exactitud dónde. ¿Cómo
sería eso en México?”, se cuestiona.
En otras latitudes coinciden
con el catedrático mexicano. Los gobiernos latinoamericanos deben monitorear a
las empresas con técnicos competentes “absolutamente distantes desde el punto
de vista económico de las compañías”, advirtió Luis Suárez, presidente del
Ilustre Colegio de Geólogos de España, a la cadena inglesa BBC.
La
barrera económica del shale
La producción de gas shale está
atada a los precios del petróleo. El energético no convencional es rentable con
costos de 50 y 60 dólares por barril, incluso hoy se han visto eficiencias con
barriles de 35 dólares, dice Ramsés Pech, analista energético de la firma
Caraiva y Asociados, quien considera que los riesgos ambientales son una
falacia, pues los sistemas actuales de fracking han superado los retos
ecológicos.
Pero si caen el precio del
crudo, como sucedió en 2014, cuando pasó de 100 a 30 dólares en menos de dos
años, la industria se convulsiona y enfrenta el riesgo de quebrar, es decir,
los bajos precios de crudo son una amenaza de muerte para ella.
Perforar un pozo de esquisto en
Estados Unidos cuesta entre 3 y 4 millones de dólares (mdd), mientras que para
Petróleos Mexicanos (Pemex) el precio se eleva entre 10 y 15 mdd.
“El problema es que estamos en
fase exploratoria y Estados Unidos en fase de desarrollo”, dice Pech.
Además, el diseño de
infraestructura del plan quinquenal del gobierno está enfocado a traer el gas
de Estados Unidos, no a través de las zonas potenciales de producción en México.
“Por razones económicas y
desarrollo no vemos que se haya anunciado mayor procesamiento de gas”, comenta
el analista energético de S&P Platts….
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